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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Esperando la revolución

Por Chido Onumah

Este artículo no tiene nada que ver con lo que está pasando en Egipto. Los nigerianos, no obstante, basándose en su propia experiencia y en la realidad que viven, finalmente también decidirán hasta cuándo quieren continuar con la situación actual. De hecho, el candidato a las elecciones presidenciales de 2015 Aminu Tambuwal, acaba de impulsar un llamamiento a la revolución.

El hostal atacado el 6 de agosto de 2013 (Government Secondary School of Mamudo, en el norte de Nigeria, el mismo lugar de los atentados del mes pasado). Seis personas murieron en el ataque armado de Boko Haram. Las escuelas, ha anunciado el grupo terrorista es parte de su campaña para instaurar un Estado islámico en África occidental. AFP PHOTO / AMINU ABUBAKAR

Hace unas semanas, el portavoz de la Cámara de Representantes se sumó a la creciente lista de funcionarios del estado que reclaman de manera no solo cínica sino absolutamente hipócrita, una revolución en Nigeria.

Tambuwal era uno de los ponentes invitados a la sesión de conferencias de 2013 organizadas por el Institute of Management de Nigeria y ofreció una charla sobre “El papel de la asamblea legislativa en la revolución económica, infraestructural y ética de Nigeria”. El diario The Punch titulaba así la crónica de su discurso: “Tambuwal: en Nigeria hace falta una revolución”.

Tal y como afirmaba Tambuwal, “las revoluciones que han surgido a lo largo de la historia se han producido por razones tan convincentes como la injusticia, la pobreza aplastante, la marginalización, la corrupción desmedida, la ausencia de leyes, la falta de trabajo y la desafección hacía la clase política. Tienen que estar de acuerdo conmigo en que todas estas situaciones ocurren en nuestro país en mayor o menor medida”.

En estos mismos términos se expresó también el antiguo presidente Olusegun Obasanjo el pasado mes de noviembre durante una alocución sobre el empleo juvenil en el Auditorio regional de África occidental en Senegal. “Tengo la certeza de que en Nigeria pronto seremos testigos de una revolución. A menos que el gobierno ponga en marcha medidas urgentes para detener la amenaza del desempleo juvenil y la pobreza”, afirmó Obasanjo. Es comprensible que un hombre como Obasanjo que desaprovechó los once años que estuvo en el poder para cambiar el destino de Nigeria –tres años como dictador militar (1976-1979) y ocho años como presidente “electo” (1999-2007)-, esté intentando redimirse a sí mismo y reparar el daño que hizo.

Para Tambuwal, que fue representado por Opeyemi Bamidele, presidente de la comisión de investigación y presupuesto legislativo de la Cámara de Representantes, “es bien sabido que las autoridades conocen la existencia de tales situaciones pero los esfuerzos consecuentemente realizados no han dado los resultados esperados. Por tanto, tenemos ante nosotros la justificación necesaria para llevar a cabo un cambio radical desde el enfoque actual a uno revolucionario”.

Tambuwal, vía The Citizen

Teniendo en cuenta el pedigrí de Tambuwal, es poco probable que haya escrito su propio discurso o que haya participado de alguna forma en el mismo ya que no era otra cosa que una burda treta política. Me inclino más a pensar que el señor Bamidele, un activista radical en su época estudiantil y ex presidente de la Asociación Nacional de Estudiantes Nigerianos (NANS, por sus siglas en inglés), que le representaba, simplemente expresaba su propia opinión mientras invocaba el nombre del orador.

Pero, por supuesto que en Nigeria hace falta una revolución. Cualquiera que haya presenciado los acontecimientos ocurridos en este país, sobre todo durante los últimos catorce años, no negará que la revolución es inminente. Un país donde los gobernantes confabulan con multinacionales de cada sector para engañar a sus ciudadanos se merece una revolución. Un país donde el número de personas que no tienen un hogar es mayor que el de que lo tienen. Un país donde la pobreza, la desesperanza y el desempleo persisten en medio de la abundancia. Un país así, necesita una revolución. Pero no una revolución cualquiera, sino una que abra paso a una nueva era en la que se produzca una redistribución de la riqueza, se premie el esfuerzo por el trabajo bien hecho y se deje de recompensar la indolencia de la clase política.

Tambuwal y sus colegas no pueden “frustrar” nuestra revolución. Por tanto, el sublime discurso de Tambuwal ha de ser tenido en cuenta simplemente como lo que es. Según apuntaba un comentarista: “Cuando se encuentra la solución de un problema y no se busca la raíz del mismo, algo funciona mal”. Esta frase le vendría muy bien a Tambuwal. Se ha convertido en una estrella mediática de la noche al día haciendo, diciendo y utilizando una jerga políticamente correcta solo porque a él le conviene.

Pero, ¿realmente le interesa a Tambuwal una revolución ética o de cualquier otro tipo? Permítanme que lo dude. Afirma Tambuwal que “el papel más importante que tiene una legislatura es la aprobación de la ley anual de presupuestos generales del estado. Como representantes del pueblo, tenemos que asegurarnos de dedicar especial atención a las necesidades más fundamentales del pueblo ya que se hacen grandes esfuerzos para distribuir equitativamente los proyectos”. ¿Cuáles son para Tambuwal las necesidades más fundamentales? ¿El fracaso escolar? ¿La sanidad? ¿La falta de infraestructuras en todo el país?

Tambuwal, vía The Citizen

Imagen vía USAID (United States Agency for International Development), de esta escuela en Nasarawa, al Norte del país.

Casi es mejor que pase por alto el escandaloso asunto de los sueldos y las prestaciones que tanto Tambuwal como otros dirigente políticos cobran como “representantes del pueblo” – unas prestaciones y unos sueldos que son los más altos del mundo-, y me centre en las “necesidades más fundamentales del pueblo” que Tambuwal menciona con facilidad pasmosa.

En un país donde las universidades se han convertido en centros de estudio sobrevalorados. Donde los trabajadores no aspiran a ganar más de 110 dólares al mes. Un país con una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo y donde más de diez millones de niños no tienen acceso a una escuela pública. Pues bien, en ese país, el señor Tambuwal, portavoz de la Cámara de Representantes, ha aprobado en 2012 una partida de seis millones de dólares en gastos de manutención para la presidencia; 11.3 millones de dólares en viajes para el vicepresidente y 8.6 millones de dólares en material de oficina. Esta última cantidad incluye 80 mil dólares en libros, 300 mil dólares en periódicos y 60 mil dólares en revistas y otro tipo de publicaciones. El desglose de documentos muestra que el vicepresidente gastaría 4.8 millones de dólares en viajes por el interior del país y 6.3 millones en viajes al extranjero. Así es como un organismo del estado derrocha el dinero que el propio Tambuwal supervisa.

A veces he oído decir que los nigerianos no tenemos la valentía suficiente para hacer una revolución. Tal vez ahora sea el momento de desatar una revuelta para todo el pueblo nigeriano utilizando las páginas de los periódicos. Desde luego, si esperamos la revolución de Tambuwal, esperaremos en vano.

Cuando la gran mayoría de nuestro pueblo comprenda que si se enfrentasen a este régimen opresivo se liberarían de la tiranía, de la pobreza y la indignidad, entonces se embarcarían en un viaje revolucionario, inexcusable y legítimo que transformaría a Nigeria.

Una buena manera de iniciar un proceso revolucionario sería desbaratando la estructura del estado culpable en gran medida de la corrupción y la impunidad que beneficia principalmente a políticos como Tambuwal. Tambuwal está reclamando, de acuerdo con sus propias palabras, una rebelión en Nigeria para él mismo y para otros líderes políticos de su misma estirpe. Creo que deberían estar preocupados ¡Verdaderamente preocupados!

Traducción de Virginia Solans

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