Pape Niang, el alma soul de Dakar
Instantánea de Pape Niang durante un concierto en Dakar. / Foto: J.N.
De niño, Pape Niang se pasaba las horas repiqueteando con las manos sobre los muebles de su humilde casa del barrio de HLM, en Dakar, la capital senegalesa. A su madre la tenía de los nervios. Se desperezaban los años sesenta y su hermano mayor Ousmane le dejaba escuchar aquellos discos de vinilo de los que salía la música y la voz de Otis Redding, Wilson Picket, la Orquesta Aragon, Ray Charles…. Y los golpes de aquel niño ciego se fueron haciendo ritmo y cuando le pusieron unas baquetas en las manos ya no pudo parar. Con sólo trece años se subió por primera vez a un escenario y fue allí donde le rebautizaron Jimmy Brown, en homenaje a dos de sus ídolos, Jimmy Hendrix y James Brown. Durante dsos décadas, recorrió los escenarios de Senegal con las grandes orquestas de su país y publicó tres discos. Pero Pape está más vivo que nunca. A sus 58 años, vuelve con un nuevo proyecto, Handicapable, y pronto verá la luz un documental sobre su vida, Jimmy Dakar Soul.
La cita es en el hotel Radisson Blue de Dakar, uno de los más lujosos de la capital senegalesa. Pape Niang llega con media hora de retraso, cogido del brazo de su representante, Alpha Diouf. Son las seis de la tarde. En la piscina del hotel, unos pocos extranjeros holgazanean sobre las hamacas mientras se toman un daikiri o una piña colada. Los camareros se acercan a saludarle, “hola Jimmy, ¿cómo estás?”, le preguntan, y él responde a todos con una sonrisa. Sólo una hora después, cuando sube al escenario, la voz desgarrada de Pape empieza un viaje por los antros llenos de humo de Nueva Orleans y las salas de conciertos de Nueva York de los años cincuenta y sesenta, un viaje por el jazz, por el soul, por el blues, por la salsa.
A Pape Niang, casado y con cuatro hijos, se le tropiezan las palabras. “Llevo la música dentro desde que era pequeño, es un don que me ha dado Dios”, asegura, “pero fue mi hermano Ousmane y sus discos quienes me abrieron la puerta a un mundo increíble de ritmos”. Un niño ciego en el Dakar de los años sesenta no debió tenerlo nada fácil, pero Pape encontró su camino. “Cuando me oyeron tocar por primera vez la gente se preguntaba, pero este niño, ¿de dónde ha salido?”, recuerda. Autodidacta, sin haber recibido ninguna formación musical alguna, empezó con la batería y pronto se animó con la conga, los timbales y la armónica.
Durante aquellos primeros años, se hizo un asiduo de los locales de música en directo de Dakar, como Le Gama, de la mano de grupos como la Kad Orchestra, la orquesta del Hotel Meridian o la mítica Orquesta Baobab. “Fueron tiempos felices, la música lo era todo para mí”, explica. Y no fue sólo Senegal. Durante un año estuvo tocando en clubs de jazz y hoteles de Tenerife, haciendo bolos para sobrevivir, y tuvo ocasión de actuar en otros países de la región. “No es fácil vivir de la música en este país, yo nunca tuve apoyos ni ayuda de nadie, tuve que salir adelante sólo con mi arte”. Sobre el escenario, su tartamudez desaparece y su voz se vuelve ritmo y compás. Uno de sus sueños de entonces que mantiene intacto en la actualidad es compartir escenario con otro cantante ciego al que admira con devoción, Stevie Wonder.
Además de sus numerosas colaboraciones, Pape Niang ha grabado tres discos en solitario, Saxal garab (1986), Xalel (1992) y Djem (2000). Aunque no ha logrado colarse en la gran escena musical internacional, en Senegal es muy conocido. Tras más de una década sin entrar un estudio de grabación, ahora vuelve con Handicapable, un álbum en el que recuerda a las autoridades de su país que los discapacitados también existen y que son capaces de crear y de ser útiles a la sociedad, pero que se deben poner todas las medidas para hacerlo posible. “Las personas discapacitadas o invidentes pueden desarrollar su talento, pero el Estado tiene que poner los medios para que puedan vivir por sí mismos”. Pape sabe bien de lo que habla, su única hija también es ciega y le gustaría dedicarse a cantar, aunque ella se ha inclinado por la música religiosa. “Es su decisión y yo la respeto y la apoyo”.
En el Festival de Jazz de Saint Louis de 2012, Pape Niang tuvo un encuentro feliz. Hasta allí se había acercado una pareja de jóvenes cineastas andaluces, David García y Marina Aguirre, residentes en Bamako hasta marzo de ese año pero que, tras el golpe de estado que vivió Malí, habían decidido trasladar su residencia a Senegal. David y Marina quedaron fascinados con la música y la historia de Pape. Y decidieron embarcarse en el proyecto de realizar un documental sobre su vida. Durante casi un año, pasaron muchas horas con él, su familia y miembros de su banda hasta que se fueron ganando su confianza. Y gracias a su empeño personal y a una campaña de crowfunding han alcanzado su objetivo.
El documental se llama Jimmy Dakar Soul y después del verano empezará a verse en festivales y en distintos eventos e instituciones, como el Instituto Francés de Dakar. Es uno de esos proyectos valientes con escasos medios que logra contagiar al espectador. Es un canto a la vida a través de la música, una historia de superación, la experiencia vital de un artista dotado de gran talento que nació en un lugar donde no lo tuvo nada fácil, un cantante que compartió escenario con gigantes como Youssou N’Dour o Ismael Lö y que ahora sigue luchando, subiendo cada semana a los escenarios de hoteles y locales de Dakar para ganarse la vida. Sin paternalismos ni dramas, con el Dakar cotidiano del tráfico denso y el canto del muhecín de fondo, Jimmy Dakar Soul se adentra en la trastienda de la música que late en esta ciudad y nos cuenta una pequeña gran historia a la que vale la pena asomarse.
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