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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reconocer el error

El Gobierno de España debe aceptar sus fallos en la gestión del incidente con el avión de Evo Morales, y pedir disculpas

España logró zafarse inicialmente del incidente en el que el avión en que viajaba el presidente Evo Morales estuvo retenido durante 13 horas en Viena la pasada semana, después de que varios países europeos revocaran la autorización para sobrevolar su espacio aéreo. Pero a medida que se aclaran los detalles, el papel jugado por la diplomacia española se oscurece.

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El avión fue paralizado por la sospecha de que el exanalista Edward Snowden, al que Estados Unidos persigue por desvelar el escándalo del espionaje masivo de las comunicaciones, estaba dentro del aparato. En un primer momento, España apareció como mediadora; el hecho de que el embajador español no fuera incluido entre los llamados por el Gobierno boliviano para dar explicaciones reforzó la versión del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. Pero en la reunión de los países de Unasur se incluyó a España entre los países que habían vulnerado los tratados internacionales y, más tarde, Bolivia le exigió también disculpas por lo ocurrido. García-Margallo respondió que España no tenía por qué disculparse, pues el espacio aéreo nunca había estado cerrado. Aunque Evo Morales pudo regresar a La Paz previa escala en Canarias, la versión que ha dado el presidente boliviano no ha sido desmentida e incluye un episodio bochornoso: bajo el manto de la mediación, el embajador español en Viena sugirió a Morales que le invitara a tomar un café, pero en el interior del avión.

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El propósito no era otro que inspeccionarlo, lo que sitúa a España en una posición no muy elegante ni tan diferente a la de los otros países —Francia, Italia y Portugal— que con tanta facilidad se plegaron a las presiones de Estados Unidos y vulneraron la inmunidad diplomática del avión presidencial. Ahora García-Margallo dice estar dispuesto a disculparse por lo que considera un malentendido. Lo que procede en este caso es reconocer el error, pedir disculpas y hacerlo sin subterfugios

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