Deberes
Cultiven su memoria más cercana, repasen este ilimitado escándalo, el cinismo de palabras huecas y sonrisas congeladas que son el pan nuestro de cada día
Yo les desearía un feliz verano de todo corazón. Les pediría que hicieran memoria, que bucearan en sus recuerdos infantiles para encontrar el rastro de una alegría sencilla y barata, utilitarios llenos de niños y cargados hasta los topes, tarteras con tortillas y filetes empanados, tertulias al fresco sobre suelos recién regados, el júbilo del agua helada de las pozas de los ríos en los pueblos donde todos teníamos un abuelo con una casa. Los veranos antes de Cancún también eran veranos, y fueron buenos. Tanto que en ellos aprendimos a montar en bici, a hacer amigos, a bailar, a enamorarnos.
Yo les desearía que fueran felices, pero no funciona. Les he deseado felicidad muchas veces, cruzando los mismos dedos con los que escribo estas líneas, y ya ven como estamos. Así que, a la vista del catastrófico suspenso que España ha cosechado al final de este curso sin que los españoles lo merezcamos, les voy a poner deberes.
El verano siempre ha sido bueno para pensar. Piensen, por favor, cultiven su memoria más cercana, repasen este ilimitado escándalo, el cinismo de palabras huecas y sonrisas congeladas que son el pan nuestro de cada día, los errores que no se explican y los que intentan colarnos como aciertos, los millones que sobrevuelan nuestras cabezas como pájaros que emigran para no volver, y esa palabra mágica, prescripción, que lava más y mejor que cualquier detergente. Piensen, enfádense, pregúntense si la política tiene que ser esto, si la democracia no va a ser nada más que esto, por qué tenemos que seguir soportando esto. Recuerden aquel eslógan del 15-M, Sin nosotros, no son nada, y ármense de razón, de rabia, de conciencia para resistir. En septiembre nos vemos. Ojalá entonces aprobemos entre todos Educación para la Ciudadanía, aunque solo sea por molestar a algún obispo, a algún ministro: vivir para Wert.
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