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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un conductor poco ejemplar

Dimite el jefe de Tráfico de Girona después de ser multado por circular a 160 kilómetros por hora

Marcos Balfagón

El exceso de velocidad es la causa de una parte importante de los accidentes de tráfico. Por eso las campañas destinadas a reducir la siniestralidad en las carreteras hacen especial énfasis en la necesidad de respetar los límites de velocidad y por eso se ha desplegado a lo largo de la red viaria un buen número de radares, fijos y móviles, destinados a cazar a los infractores. Uno de esos radares ha arruinado la carrera profesional de Narcís Clé, jefe del Servicio Catalán de Tráfico (SCT) en Girona.

Tras 14 años en el cargo, ha presentado la dimisión después de haber sido cazado cuando circulaba a 160 kilómetros por hora en la autopista AP 7, a la altura del aeropuerto de Girona. Conducir 40 kilómetros por hora por encima de la velocidad permitida no es la conducta que cabe esperar de quien tiene precisamente la máxima responsabilidad de que se cumplan las normas de tráfico en Girona. Para colmo, regresaba de una reunión con el consejero de Interior, convocada precisamente para tratar sobre el plan que prepara la Generalitat para reducir a la mitad la siniestralidad en las carreteras de aquí a 2020, que obviamente incluirá campañas específicas para evitar los excesos de velocidad.

Tampoco fue muy acertada la justificación que intentó pergeñar cuando la patrulla de los Mossos d’Esquadra le dio el alto: que estaba de servicio y viajaba en el coche oficial, como si eso le eximiera de cumplir los límites de velocidad. Aunque rápidamente rectificó y los Mossos cumplieron impertérritos el protocolo que corresponde a estos casos —multa de hasta 300 euros y dos puntos en el carnet de conducir—, el hecho de que trascendiera la infracción hizo insostenible su posición como jefe de Tráfico.

Y aquí llega una nueva paradoja: el consejero le aceptó la dimisión entre elogios, valorándola como “un gesto que le honra”. ¡Qué tiempos estos en que, cuando alguien dimite por haber sido pillado en falta, es alabado por ser considerada la suya una conducta ejemplar! Aunque, a la vista de la cantidad de cargos públicos y políticos que permanecen impasibles en sus puestos pese a estar imputados en graves causas de corrupción, habrá que convenir que excepcional, al menos, sí lo es.

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