La condena a Berlusconi no limpia una mirada tóxica sobre la mujer
"Hubo delito, un personaje potente y poderoso no respetó la ley, según un veredicto que respeto como los respeto todos. Y entonces me da algo de esperanza, pienso que la justicia funciona. Pero no mucho más. La condena jurídica para Berlusconi no es una condena cabal hacia el proceso de conversión en objeto de la mujer en Italia. Lamentablemente no podemos hacernos ilusiones”.
Tras firmar su documental –que luego fue un blog concurridísimo, un libro y recientemente otro, Sin pedir permiso. Cómo cambiamos la televisión en Italia– Zanardo empezó una gira, casi un peregrinaje laico, por las escuelas esparcidas a lo largo de la bota, con la misión de ayudar a los jóvenes a defenderse, a mirar con nuevos ojos, ojos instruidos, críticos, atentos, el mundo de la comunicación: desde la presentadora del telediario de la principal cadena pública que llama "crimen pasional" un asesinato machista hasta la publicidad de paneles solares que utiliza a una mujer desnuda en cunclillas con el mensaje “móntame”. Pequeñas grandes señales de una cultura machista sobre las que habla y escucha a los adolescentes. Juntos aprenden a indignarse y a reaccionar. A protegerse.
Zanardo siguió el juicio del caso Ruby desde las escuelas de pueblos minúsculos o desde institutos de Roma o Milán, donde vive. Desde esos observatorios transversales y en el territorio observó los desfiles de muchachas esbeltas, hinchadas de silicona en los puntos adecuados, vestidas de firma, que entraban a la sala de lo Penal para declarar quien frecuentaba las fiestas en la mansión del Cavaliere. Desde allí escucho las declaraciones espontáneas de Berlusconi y sus risas denigrantes: “Jamás pagué un euro para acostarme con una mujer. La satisfacción más grande es la conquista. Si la pagas, ¿dónde está el placer?” (10 de septiembre de 2009). O “mejor apasionarse por las mujeres guapas que ser gay” (2 de noviembre de 2010).
Todo esto no se acaba con una sentencia. Zanardo enumera algunos elementos, unas alarmas, que no la dejan tranquila. Es como si estuviera siempre midiendo la fiebre del país, observando, escuchando, con la mirada bien anclada en el problema.
Primero. Entre muchas chicas jóvenes y niñas, Ruby, la bailarina menor de edad que desencadenó el caso, se convirtió en un ejemplo a seguir. "Los medios hicieron de ella un modelo: guapa, perseguida por los fotógrafos, una que sin mover un dedo se forra y vive como le da la gana", zanja la documentalista.
Segundo. Las tres juezas que formaban el tribunal y la fiscal Ilda Boccassini fueron machacadas de forma soez, vilipendiadas como mujeres. “Les dijeron de todo: 'esas feas', 'lo que quieren es ser folladas', 'mujeres y rojas".
Tercero. “Una señal inquietante: la condena a Berlusconi llegó en el día en el que dimitió por un escándalo (no habría pagado parte de los impuestos sobre su vivienda) una buena titular de Igualdad, Josefa Idem. Y bien, el primer ministro Letta, de izquierdas, declara que no va a sustituirla, que va a prescindir de aquella cartera. Esto nos aclara que las cosas no cambian por un fallo”, concluye la experta. Una apelacióny una recogida de firmas para que reconsidere su posición ya circulan en la Red.
Casi lo mismo piensan las mujeres de Se non ora quando?, un colectivo que se formó con el boca a boca en la web y en la calle hace dos años, ciudadanas y ciudadanos diversos entre sí, unidos de forma espontánea, casi visceral, por la indignación preocupada tras los primeros escándalos sexuales del entonces Primer ministro. Se contaron por primera vez en la manifestación -todo un hito del periodo berlusconiano- del 13 de febrero de 2011. Y eran una multitud. Bajaron a las plazas en todos los centros principales, desde Turín a Palermo, desde Milán a Nápoles. Hasta en el extranjero: en París, Madrid, para decir que no estaban conformes con la imagen de la mujer sin recursos además de su cuerpo.
"Por supuesto nos provoca algo de satisfacción pensar que el poder jurídico es autónomo y hace su trabajo. La condena restablece el principio según el cual en un país democrático todo ciudadano debe respetar las reglas y debe existir una ética pública. Es el mismo mensaje que arrojamos desde las plazas: el Estado, la política no pueden avalar comportamientos ofensivos de la dignidad de las mujeres".
Dicho esto, concluye Comencini en un suspiro, "la cultura que ha crecido en estos terribles veinte años de Berlusconi no será fácil de desarraigar. El daño es muy profundo, no se cura con una sentencia de primera instancia".
Fotos: Silvio Berlusconi,con la parlamentaria Michaela Biancofiore en agosto de 2011, por Tiziana Fabi (AFP). Y Lorella Zanardo, por Ana de Labra.
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