"Quiero testificar que otra Italia existe y resiste"
"Lo tenemos crudo hoy, en este país. Y si eres una mujer que no se calla, vives un cerco continuo". La documentalista Lorella Zanardo, de 53 años, pertenece sin duda a esta última categoría: organiza talleres, asesora comisiones parlamentarias, hasta dio una charla en el Parlamento Europeo. Il corpo delle donne (El cuerpo de las mujeres), el documental que la hizo famosa, denuncia cómo en la televisión italiana la mujer aparece casi siempre poco vestida y muda, metonimia de sus propias curvas. Tuvo millones de visitas en la web, dio vida a una comunidad amplia y activa en su blog, se transformó en libro y ella, en precursora de una reavivada conciencia femenina que sacude desde abajo el país transalpino, en oposición a una política que utiliza el machismo como fábrica de consenso. Ser mujer y tener clara conciencia de ello se convierte en militancia, cuando las inquietudes de igualdad quedan sepultadas bajo el fragor de los escándalos del primer ministro, Silvio Berlusconi, imputado por prostitución de menores en la Fiscalía de Milán.
La documentalista se ha movilizado contra el machismo de Berlusconi
Zanardo entra en la cafetería de diseño de la Triennale de Milán con el móvil pegado a la oreja, pero enseguida corta y lo silencia para ir directa al grano: "No me asombré cuando se supo que Berlusconi pasa las noches con chavalitas y que ellas anhelan participar en sus fiestas. Es el fruto de 30 años de esta televisión, que ha logrado silenciar a la mujer, presentarla como mero objeto".
Escoge distraída los ingredientes de su ensalada mixta, elige con cuidado las palabras; pide sin pensarlo agua con gas, sigue concentrada en su discurso. "Me acusan de ser moralista y antigua. Pero una chica muda arrodillada al lado de dos viejos presentadores no es síntoma de modernidad y liberación".
Así son las velinas: dos chavalas -una morena y una rubia- que cada día se exhiben en un breve baile y repiten frases que les soplan en el auricular, en un programa que se emite a la hora de cenar. "Tan solo cuerpos de adorno, pilotados con el mando a distancia", se irrita Zanardo, desmigando una rebanada de pan.
"Viví años en el extranjero. Cuando volví, me indignaba viendo la televisión mientras mis amigos se encogían de hombros: 'Apágala y ya'. Pero ¿vamos a abandonar a los que no tienen recursos para decidir vivir sin la caja negra? El 80% de quien tiene una, no se informa de otra manera. Tenemos que cambiarla, no ignorarla".
En el exterior, unas esculturas de Giorgio de Chirico parecen un don caído del cielo, irreal entre los abetos grisáceos del parque Sempione. Ella echa un ojo aliviado al jardín. "Bajo la ceniza, existe una fuerza cívica, colectiva y potente. Hay miles de asociaciones que trabajan en el territorio, mujeres unidas por el mismo cansancio, la misma urgencia de rescate".
Un movimiento, sin embargo, inexorablemente solo. Nadie lo interpreta en la política. La expresión se le vuelve a nublar. "No es Berlusconi nuestro problema. La izquierda está berlusconizada. Tenía que encauzar la indignación, pero reproduce sus mismos esquemas". Hay que mirar hacia afuera, a lo pequeño: "Mi objetivo es sencillo: testificar que otra Italia existe y resiste. Y hace milagros".
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