Disparate del Gobierno

“El mundo está podrido” es la sentencia favorita de mi padre, 82 años y más de una década exiliado en el extranjero, no por motivos políticos, sino de supervivencia. No es capaz de comprender por qué el fisco hace la vista gorda y promueve amnistías de dudosa legalidad a los poderosos, y al mismo tiempo rebusca con la pericia de un carterista en los patrimonios de quienes cobran una modesta pensión del extranjero. Como otros tantos emigrantes, ha recibido un rosario de cartas certificadas con lenguaje jurídico, exigiéndole una corrección en sus declaraciones de renta, que hasta ahora realizaba un programa informático. Nunca se cuestionó que dicho androide realizara mal su trabajo, pues hace años esa misma Administración le aseguró que aquellos rendimientos no tributaban. Me pregunto por qué la amnistía fiscal no beneficia también a esos pensionistas, que con una información más clara hubieran revisado sus declaraciones, y no serían multados y señalados ahora como viles defraudadores. La transparencia debe empezar por la propia Administración.— Jesús Borro Fernández.