La historia de Alexander, el niño soldado
Esta entrada ha sido escrita por Mayte Carrilero y Javier Lafuente, dos profesores españoles que viajan por el mundo documentando historias educativas inspiradoras con un proyecto llamado Buscando Waslala.
Su historia es la de muchos niños soldado que se integran a grupos armados escapando de una dura realidad familiar, buscando poder y respeto o, en el peor de los casos, obligados. Aunque en Colombia en los últimos diez años más de 4.000 niños escaparon o fueron rescatados del conflicto armado, se calcula que todavía hay unos 14.000 niños soldado en este país. En términos mundiales la cifra alcanza los 300.000, según datos de UNICEF.
Pero si nos quedamos en la frialdad de la cifras puede que no alcancemos a comprender lo que esto significa. Nada como escuchar las palabras de uno de ellos para acercarnos a esta realidad: “Tuvimos que salir corriendo del pueblo, solo con lo que teníamos encima. Yo tenía unos 7 años. Llegamos a la ciudad y pasamos varios meses en la calle pidiendo, viviendo de la caridad, porque mi papá solo sabía del trabajo en el campo. Luego me fui de casa con dos de mis hermanos y estuvimos trabajando en una finca.”
Sin saberlo, estos primeros pasos en la infancia fueron conduciendo a Alexander y sus hermanos hacia la guerrilla.
“El grupo estaba por la zona y mi hermano dijo que se quería ir con ellos. Como estábamos muy unidos, mi hermano mayor y yo nos fuimos con él. Yo tenía 11 años. Ni siquiera sabía dónde iba con seguridad. Me dijeron que luchaban por el pueblo, por una igualdad social, por los campesinos... pero no es cierto. Se lucha en lugares donde hay campesinos, se destruyen escuelas... Ahí es donde uno dice: ¿Donde está la ideología? ¿Dónde está la igualdad? ¿Dónde están los derechos?”
De su etapa como guerrillero, recuerda el frío en las montañas, el caminar lloviendo días y noches enteras... “Pero peor que todo eso es la incertidumbre de que en cualquier momento le pueden quitar a uno la vida. Usted puede ir caminando la mar de relajado y le pegan un tiro y hasta ahí llegó. O el saber que en un enfrentamiento o es él o es usted... Es el miedo constante.”
Hubo un momento en que ese miedo fue en aumento y decidió escapar. “Todo el tiempo corrí con el miedo de que me vieran y me cayera una bala por la espalda.” Pero ahí no acabó su odisea. Si se quedaba en su casa, él y los suyos corrían peligro, así que su familia se mudó de nuevo. “Luego supimos que nos habían ido a buscar allá, por suerte ya nos habíamos ido.”
Alexander fue acogido en uno de los llamados “hogares de transición” donde los niños desmilitarizados reciben una primera atención. El siguiente paso fue el CAE Don Bosco de Medellín, donde un equipo interdisciplinar de profesionales les ayudan a dejar atrás esa etapa de sus vidas y a construirse un futuro a través de la educación. Allí pasó los cuatro últimos años de su vida, hasta que cumplió los 18.
Alexander acaba de salir del CAE y está estudiando Desarrollo Comunitario en la Universidad. “Quiero trabajar aquí en el CAE. Aparte de porque me gusta, será un modo de regresarle a la sociedad lo que la sociedad ha hecho por mí.”
Alexander es un claro ejemplo de cómo se puede salir adelante a pesar de haber vivido situaciones realmente duras. Él lo tiene claro: “El pasado no se puede borrar, pero sí construir sobre él y eso es lo que estoy haciendo.”
[Puedes leer una versión más amplia del artículo en nuestra web.]
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