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Tribuna
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Marca España

Hay rasgos de identidad positiva, negativa e incluso delictiva, como vemos con la corrupción

Manuel Rivas

La Marca España se ha puesto a andar en el Parlamento Europeo con una generosa siembra de jamón ibérico y un espectáculo de flamenco. Está bien. Pero lo que une el jamón y el cante van y lo estropean los políticos torpes y sus gabinetes de burócratas serviles. Como los que maniobraron en el mismo Europarlamento para impedir que se expusiera una muestra sobre los trabajos de exhumación de fosas comunes y de recuperación de cuerpos de desaparecidos por el franquismo. Una iniciativa seria, rigurosa, promovida por asociaciones de víctimas y foros de la Memoria, y con el aval de forenses y arqueólogos de marca internacional como Francisco Echevarría. Un caso raro, este veto y en este escenario, que suele ser sensible a las denuncias que afectan a los derechos humanos. La muestra finalmente se abrió en la sala Halles Saint-Géry de Bruselas. Puede que una tapa de jamón provoque entusiasmos instantáneos. Que la gente disfrute con el duende musical. Que admire la habilidad de un tenista. Que se asombre con la voluntad de estilo de La Roja. Pero hay algo que llaman publicidad contraproducente. La marca de un país se indigesta cuando su primer acto de promoción va acompañado de una exhibición de suspensión de las conciencias. El concepto de marca o de identidad es poliédrico. Hay rasgos de identidad positiva, negativa e incluso delictiva, como vemos con la corrupción. La impunidad de los crímenes del franquismo, con sus decenas de miles de desaparecidos y niños raptados, según denuncia Amnistía Internacional, aparece como una identidad indeseable. Son manchas que solo las repara la justicia. Desde George Borrow (La Biblia en España) a Albert Camus, la verdadera marca Españaera el amor por la libertad, la dignidad, el hambre de cultura del pueblo. Acaben con la impunidad, con la corrupción y devuelvan las becas a los investigadores. Y ya verán como luce la marca España.

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