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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

El termómetro de Sahal

Calle de Mogadiscio, capital de Somalia / Foto de G. Parellada

Cada mañana Sahal examina la temperatura política y el estado de la funambulesca seguridad de Somalia con unas cuantas llamadas. La brisa del Índico desenmaraña Mogadiscio, la capital costanera y agujereada, y envuelve la radiografía fónica de Sahal. Sahal no habla con ningún partido político ni con la policía. Tampoco con oficiales del etéreo ejército somalí ni con algún mando de la fuerza de paz africana -la AMISOM-. Y menos con un alto cargo de Naciones Unidas –qué sabrán ellos-. Estas son las fuentes habituales para periodistas en busca de frases entre comillas pero no para un somalí al que le interesa calibrar con una mínima precisión, veracidad y por su propia supervivencia a cuántos grados se presenta la volatilidad de su vida. Sahal intenta medir a grandes rasgos el riesgo de ataques, de atentados suicidas y de otros más sutiles movimientos de milicianos, señores de la guerra y otros elementos. Y para eso tampoco llama a contactos privilegiados entre los jóvenes de Al Shabab, este grupo de islamistas somalíes afiliados a Al Qaeda que controlan aún buena parte del país.

Lo que hace Sahal cada mañana es comunicarse con la gente del mercado. No de cualquier mercado de barrio si no del célebre mercado de Bakara, el más grande y agitado del país. Bakara es famoso fuera de Somalia por haber sido escenario de un trágico episodio para las fuerzas armadas norteamericanas: el derribo de dos helicópteros Black Hawk y la batalla de Mogadiscio, en 1993 –una incursión llevada a la gran pantalla por Ridley Scott en "Black Hawk derribado".

Pero, situado en pleno centro de Mogadiscio y lejos de los focos cinematográficos, para los somalíes el mercado es el corazón que bombea el comercio, los negocios y hasta la burocracia del país. En un territorio, Somalia, que hace veintidós años que no tiene gobierno ni instituciones, sin administración, se ha creado una estructura totalmente privatizada y freestyle que ha permitido que, durante dos décadas, el país siga funcionando, a su manera. Y Bakaara es su esqueleto real.

Desde Bakara a Sahal le cuentan cómo está el cambio del dólar al chelín somalí. Y a partir del valioso dato, sabiendo la fortaleza o debilidad de la moneda, si sube o baja, Sahal lee si el día será frágil o si la jornada dará cierta tregua. Tanto en Mogadiscio como en el resto de Somalia.

En Bakara, conocido también por ser el mayor mercado de armas del continente, se fija el precio del cambio, se compran patatas, arroz, harina o pistolas, se comercia con fruta, cereales, ropa, lanzagranadas o munición. Y también en Bakara se consiguen los documentos oficiales que un ciudadano en otro país del mundo adquiriría en la comisaría o en alguna ventanilla de la administración. Se expiden pasaportes somalíes y se tramitan diplomas, certificados diversos, carnés y cualquier reliquia burocrática que pueda ser útil en un país donde, de hecho, tampoco hay autoridades claras con derecho a pedir documentación.

De una forma u otra las cosas funcionan gracias a empresarios, pastores y ciudadanos. Sin regulación, protección ni becas, los somalíes han creado una red de negocios ajena al inexistente Estado. La red de envío de dinero, tanto des del extranjero como de un pueblo a otros, funciona de manera ágil y fundamental y ha servido para repartir dinero líquido en tiempos de guerra, de hambruna y de calma. Y las numerosas compañías telefónicas somalíes – el gigante Hormuud Telecom, Nationlink, etc- han suplido la falta de infraestructuras con una potente red de comunicación con las tarifas más baratas de África.

Hombre cargando un tiburón en Mogadiscio en 2010 / Fotografía de Feisal Omar considerada de las mejores del año por la agencia Reuters

Detrás de las repetidas imágenes que se exportan de Somalia, con un rapado perfil pirata, kamikaze o terrorista, están los exportadores de camellos, los pescadores y los emprendedores en telecos, que son los que han mantenido respirando la informal e imprescindible economía.

Bakara alimenta y arma. Construye y se destruye. Pero sobretodo late. Y su latido es el termómetro de Sahal.

Comentarios

Es una constante, en Somalia, en África, en un millar de sitios: aunque todo se derrumbe, la gente se organiza y hace que algo, por pequeño que sea, funcione.
¿ 06 de junio de 2013?
Es una constante, en Somalia, en África, en un millar de sitios: aunque todo se derrumbe, la gente se organiza y hace que algo, por pequeño que sea, funcione.
¿ 06 de junio de 2013?

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