Violencia interior
La derrota de Obama muestra la difícil gobernanza de EE UU en una cuestión crucial de seguridad
Triste semana la de Barack Obama. Empezó con el atentado de Boston, le siguieron los sobres envenenados que llegaron al Capitolio y a la Casa Blanca y la misteriosa explosión de West, localidad texana vecina de Waco donde hace veinte años se produjo la matanza de los davidianos. Y luego el golpe a su autoridad propinado por el Senado, que ha rechazado su legislación sobre control de armas, prioridad presidencial después de la matanza en la escuela de Newtwon, en Connecticut, el pasado diciembre.
En contra de la opinión tópica, la opinión pública estadounidense apoya al presidente en su afán por someter a control el comercio de las armas. Todas las medidas que ha propuesto contaban con el respaldo de mayorías suficientes, según los sondeos del Pew Research Center: un 53% quería prohibir la venta de munición por Internet, un 54% limitar el tamaño de los cargadores, un 55% acabar con la comercialización libre de las armas de asalto y un 58% de las semiautomáticas, un 67% quisiera un registro federal de las compraventas de armas, un 80% que las personas con enfermedades mentales no puedan comprarlas y un 85% que se impongan controles en las ferias y ventas privadas, donde se produce el mayor número de transacciones y se aprovisionan los delincuentes. Ninguna de estas propuestas ha prosperado, incluidas las más moderadas, en una demostración de poderío del lobby que defiende el derecho a poseer y portar armas, que ha exhibido su capacidad de intimidación sobre unos congresistas y senadores temerosos de perder las elecciones si osan enfrentarse a sus exigencias.
No basta tan solo el poderoso lobby del rifle para explicar el revés sufrido por Obama. Los senadores que han bloqueado la legislación representan una fracción de población mucho menor que los que votaron en contra. Cada uno de los Estados se halla representado por dos senadores, con independencia de su población, de forma que un puñado de pequeños Estados rurales, conservadores y de población mayoritariamente blanca tienen más poder que los grandes Estados urbanos, progresistas y de población multirracial. Las dos senadoras de California, que votaron en favor de los controles, en nombre de 38 millones de ciudadanos, tuvieron en frente a 26 senadores de 13 Estados que suman 34 millones de habitantes, según el cálculo de Thinkprogress, un lobby demócrata.
La derrota de Obama es una muestra del limitado poder del presidente en política interior y de las dificultades de gobernanza que tiene un país como EE UU en una cuestión crucial para la seguridad de sus habitantes. La Casa Blanca cuenta con todos los poderes para combatir el terror cuando llega desde el exterior, pero alcanza el grado cero de sus capacidades cuando debe combatir la violencia que viene de dentro.
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