Ética y bienestar animal

Vaya por delante que aunque no sea vegetariano, pero sí gran amante de los animales, discrepo de las afirmaciones de Ernesto Hernández Busto, expresadas en su artículo Cerdos y niños (EL PAÍS, 9-3-2013), cuando escribe que “quienes propugnan hacerse vegetariano para evitar el sufrimiento animal incurren en un nuevo puritanismo”. Desde mi punto de vista, el vegetarianismo constituye una opción personal absolutamente respetuosa y éticamente irreprochable en relación con el padecimiento animal.

Personalmente, creo que éticamente se puede comer carne y defender a un tiempo el bienestar de los animales, siempre y cuando esa carne no proceda de animales que hayan sido sacrificados mediante métodos que impliquen un sufrimiento excesivo e innecesario como en el caso del degollamiento de corderos con el sistema del halal musulmán, o bien cuando provenga de animales que hayan padecido un maltrato evidente durante su crianza como sucede con los patos para la obtención del foie.

Ni la religión —cualquiera que sea— ni el puro placer gastronómico, aspecto este último legitimado por el señor Hernández Busto, deberían de amparar jamás el sufrimiento animal, un valor —en ese caso, su compasión y empatía— que tendría que formar parte de una ética universalmente aceptada y, por consiguiente, fomentada desde la escuela entre nuestros jóvenes a través de asignaturas como la tan injustamente denostada Educación para la Ciudadanía.— Josep Vilà Batlle.