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Columna
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Serios

Nos estamos quedando estupefactos al descubrir la enormidad que estamos descubriendo

Rosa Montero

A lo largo de los dos últimos años he escrito varios artículos hablando de la responsabilidad colectiva de los españoles en esta crisis. O sea: de la falta de sentido cívico, de lo bien que nos caen los pícaros, de los fontaneros que ofrecen facturas con y sin IVA, de las familias endeudándose por encima de sus posibilidades, de los votantes volviendo a votar a los mangantes como si tal cosa. En fin, el razonable mea culpa habitual. Pero esta mañana he tenido una cegadora revelación: todo esto no es verdad. O, al menos, es una verdad muy relativa. Porque España es un país serio, maldita sea. La vida cotidiana está libre de sobornos. No hay que untar a un funcionario para conseguir tu DNI; las Fuerzas de Seguridad y las Administraciones funcionan bien; las empresas privadas cumplen, los empleados trabajan; con los fondos europeos hemos sabido construir infinidad de carreteras y puentes. Las desigualdades se limaron tanto que, según el eficaz Coeficiente de Gini, que calcula la desigualdad económica y social, de entre las 10 categorías en que divide el mundo, y siendo el 10 lo mejor (lo menos desigual) y el uno lo peor, España estaría en el siete, como Canadá y Reino Unido. Estados Unidos, por ejemplo, ocupa un pésimo 4º puesto. Hace ocho años, un ministro italiano me decía en una cena en Turín: “¡Pero los españoles sois alemanes! ¡Qué autopistas, qué infraestructuras, todo funciona tan bien!”. Sí, diantres, somos un país serio, y por eso nos estamos quedando estupefactos al descubrir la enormidad que estamos descubriendo, a saber: que quienes no son serios son esa cúpula de políticos, financieros y grandes empresarios que parecen haberse puesto de acuerdo para esquilmarnos. ¿Que no todos han metido mano? Sin duda. Pero la mayoría lo ha sabido y lo ha permitido e incluso lo ha ocultado. Esa cúpula no ha estado a la altura de este país. No nos merecemos tanta morralla.

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