Ante la muerte de Hugo Chávez
Más allá de la simpatía o antipatía que pueda sentir por Hugo Chávez, asisto con un sentimiento, mezcla de lástima y desprecio, ante todos aquellos que celebran su muerte de la misma manera que celebran la victoria de su equipo de fútbol. Para empezar, porque no sé qué mal les puede haber hecho más allá de ser un delirante defensor de la izquierda en América Latina. Me gustaría saber si estas personas celebraron con el mismo ímpetu la muerte de Pinochet o celebrarán con igual entusiasmo la muerte de Jorge Rafael Videla.
Hugo Chávez era un loco excéntrico y un ególatra, estoy de acuerdo, pero su único pecado para todos los que aplauden su muerte fue recuperar para su pueblo lo que el Primer Mundo les había robado conchabado con una élite corrupta y adinerada de su país, la eterna historia de América Latina, Asia y África.
Creo sinceramente, más allá de las formas y efectos especiales, que las intenciones de Chávez eran buenas, quizá no para nosotros, el Primer Mundo, pero buenas después de todo —devolverle a los pobres lo que habían robado los ricos—; todo se reduce a eso, si se equivocó en el camino es algo que la historia juzgará.— David Cons Vázquez. Pontevedra.
Ha muerto el presidente Hugo Chávez, pero no ha muerto. Sigue viviendo en su pueblo y en el corazón de América Latina.
Varias veces he visitado Venezuela por razón de mi cargo de coordinador del Programa de Derechos Humanos de la Iglesia de Guatemala. He tenido la oportunidad de ver y escuchar a amplios sectores del pueblo venezolano. Ningún presidente en la historia de este país ha hecho tanto por los pobres, los campesinos e indígenas como ha hecho Chávez. Ha levantado multitud de escuelas, ha creado hospitales y cooperativas agrarias en los más lejanos y olvidados puntos del país, ha reducido notablemente el analfabetismo y la desnutrición infantil. Ha posibilitado que el pueblo, históricamente marginado y excluido, recupere su voz y su dignidad. Ha logrado unir a los países de América Latina en el CELAC.
Chávez, siendo católico, siempre se mostró muy respetuoso con las distintas confesiones religiosas, tratándolas a todas por igual. Su legado de libertad y soberanía frente al Norte, de justicia social y dignidad es un ejemplo para todos los países, no solo de América Latina, sino también de todo el Tercer Mundo. Chávez vive.— Fernando Bermúdez. Alguazas, Murcia.
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