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Tormentas perfectas
Columna
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Guerras de nuestros nietos

La ciberguerra completa no deja sangre ni hay enfrentamientos, solo el colapso súbito de un país

Lluís Bassets

Es un ataque global y devastador. Todas las redes de comunicaciones digitales, suministros de agua y energía, sistemas de control de tráfico aéreo, terrestre y ferroviario quedan colapsados; los mandos policiales y militares, bloqueados; la producción industrial, interrumpida; y el comercio, así como las oficinas públicas y privadas, obligados a cerrar. La gente debe recluirse en sus casas, sin luz y sin agua, y hacer acopio de comida.

Todo sucede bajo el control visual de satélites y drones que sobrevuelan el territorio. Sigilosamente, sin enfrentamientos ni sangre, solo con las numerosas víctimas mortales y heridos en los numerosos accidentes ocasionados por el colapso súbito de las infraestructuras. Puede que se produzca el disparo de un misil con una carga de alta penetración, incluso nuclear, para horadar los búnkeres donde se refugian las cúpulas políticas y militares del país atacado. En cuestión de minutos el país entero queda paralizado, a disposición del vencedor.

Después, todo queda en silencio y a oscuras, como en la Edad de Piedra, tal como le prometió un representante del Gobierno de Estados Unidos al presidente Pervez Musharraf en 2001, después de los ataques del 11-S, en caso de que Pakistán siguiera apoyando a los talibanes y a Bin Laden. Sin bombardeos masivos ni desembarcos de centenares de miles de infantes de marina, tanques y cañones; sin bajas propias y con muy pocas ajenas, y en un pestañear de ojos, el país atacado se convierte en algo similar a la Alemania vencida de 1945.

Así podemos imaginar una ciberguerra completa, en la que las armas utilizadas son potentes virus informáticos que no pueden detectar ni neutralizar las ciberdefensas del país atacado. Nada parecido se halla ahora a la vista, a pesar de que empezamos a saber algo sobre cómo son los ciberataques, que prefiguran y permiten hacer volar la imaginación sobre las guerras del futuro.

Acabamos de conocer la existencia de una entera unidad del ejército chino dedicada a la guerra cibernética, según ha revelado una consultora privada estadounidense. La revista Foreign Affairs ha señalado que la propia China sufrió cerca de medio millón de agresiones en 2011, el 15% de ellos con origen en territorio estadounidense. La misma revista documenta la existencia de 124 países pertrechados para la ciberguerra, de los que solo 20 han realizado 95 ataques organizados entre sí entre 2001 y 2011. Los que más, China y EE UU, en 18 ocasiones al menos, siempre a iniciativa de Pekín y con solo dos contrataques de Washington. India y Pakistán lo han hecho en 11 ocasiones, diez las dos Coreas y ocho Israel e Irán. Es solo el principio. Al final, si no evitamos la escalada ni marcamos con reglas internacionales el terreno de juego, llegará algún día la guerra total, que nosotros no veremos, pero podrían ver nuestros nietos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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