Prefabricado para siempre
Héctor Santos Diez/ Bis images
“La buena arquitectura no debería ser un lujo”, así explica Carla Agra las viviendas prefabricadas, insistiendo en que su estudio no ha buscado hacer casas baratas sino “arquitectura de calidad para todo el mundo”.
Son muchas las culturas que se establecen, para siempre o sin fecha límite, en estructuras prefabricadas. Esa idea de la prefabricación que se separa de lo temporal y se acerca a la calidad está detrás de este proyecto del estudio coruñés Salgado e Liñares.
La idea de estas viviendas Addomo, ya en uso en Luou (Teo), tiene una naturaleza dual: es global en el diseño e individual en la ejecución. Así definen los arquitectos Alfonso Salgado y Francisco Liñares estas casas modulares que nacen “urbanizadadas” (programadas de forma conjunta) pero se desarrollan de manera individual, “según las exigencias de cada cliente y su circunstancia”. Así, las cuatro viviendas de Teo (desde 70.000 euros una casa de 100 metros y 55.000 si está realizada con madera laminada, especifica Agra) se han podido acabar con diversas maderas, pero todas comparten la misma voluntad de reducir costes, no solo en la compra, también en el mantenimiento. Así, las fachadas transventiladas de las viviendas y la orientación de las mismas minimiza en consumo energético. Las casas también reciclan el agua de lluvia (para riego del jardín o para emplear en la cisterna).
Los proyectistas hablan de dos sistemas en uno: de ocupación del territorio y de construcción de viviendas individuales. Consiguen así una arquitectura organizada (un conjunto que, como un organismo vivo, se contrae o se esponja a partir del contacto con el exterior) un barrio adaptable que se ordenada dejando espacio para las circunstancias y decisiones personales.
El sistema flexible pero cartesiano de muros prefabricados de hormigón de 4x4 metros constituye el esqueleto. Se adapta a las condiciones de la parcela y, posteriormente, se completa con pieles diversas, de madera que actúan como fundas de quita y pon o como particiones interiores. Todo se construye en seco (sin desperdiciar ni tiempo ni recursos energéticos). Y, al ser modulares, las viviendas pueden crecer. El resultado es un barrio. Todas las casas tienen un aire de familia, pero cada una es diversa. No solo por dentro, también por fuera. Las variaciones de elementos tomados dan coherencia al conjunto, pero no imponen un orden uniformizante. Por eso estas viviendas respiran pluralidad. En ellas mandan los individuos, por encima de la huella urbana. Como apuntan los proyectistas, este sistema constructivo ofrece “un ente esencialmente uniforme aunque circunstancialmente multiforme”.
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