La importancia de la ortografía
He leído con interés el artículo de Elisa Silió El que escriba ‘habrir’ no debería graduarse (EL PAÍS, 17 de febrero) sobre la importancia de una correcta ortografía y la preocupación que este tema suscita entre la comunidad educativa. No es este un tema menor. En el Liceo Francés, donde yo estudié, una falta de ortografía acarreaba un suspenso. La ortografía del francés, como todo el mundo sabe, es más compleja y difícil que la castellana, medianamente fonética. En Francia, en una solicitud de empleo, dos faltas de ortografía hacen que no se tome en consideración. Y en la comunidad anglosajona es este un debate que los medios de comunicación resaltan.
La utilización de Internet y de los SMS son algunas de las razones esgrimidas para el desastre que padecemos. Aun considerando que la ortografía no debe ser un monumento, sino un instrumento, es obvio que las razones son otras: por citar algunas, pereza, falta de lectura, falta de respeto por la lengua, mala pedagogía. Sin duda hay “analfanúmeros”, como los denomina John Allen Paulos, pero también analfabetos funcionales entre universitarios y profesionales. Quienes en diversas partes del mundo desean revisar la ortografía para convertirla en totalmente fonética esgrimen, desde mi punto de vista, argumentos demagógicos, y olvidan que la corrección del lenguaje es condición necesaria para una correcta comunicación y que la ortografía es mucho más que la correspondencia de fonemas y grafías. Los medios de comunicación social escritos tienen una gran responsabilidad, y la figura de los correctores de estilo, descuidada, es muy importante.
Para terminar, deseo recordar una frase del fiscal Jesús Chamorro, ya fallecido, pronunciada en el curso de un congreso de derechos humanos en los años setenta del siglo pasado, frase que yo no he olvidado nunca. Se refería a una carta que le había escrito una mujer humilde víctima de una injusticia. “Era una carta escrita con faltas de ortografía”, explicó el fiscal, “pero esta mujer pertenecía a una clase social en la que las faltas de ortografía no son faltas de dignidad”. No se puede decir mejor.— Silvia Escobar.
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