Regatear a la verdad
El PP llega al debate sobre el estado de la nación enredado en sus maniobras sobre Bárcenas
Cuando la palabra de los políticos pierde valor, la democracia sufre daños. En esa situación puede encontrarse la cúpula del Partido Popular tras las maniobras de los últimos días para justificar el pago de cantidades elevadas a su extesorero, Luis Bárcenas, de las que se deduce que el partido gobernante rompió con este dirigente hace mes y medio, y no dos años y medio atrás, como pretendió hacer creer en un primer momento. Haber disfrazado la verdad deja maltrecha la credibilidad del partido gobernante a pocos días del comienzo del debate parlamentario sobre el estado de la nación, el primero desde que Mariano Rajoy se encuentra al frente del Gobierno.
Se sabe que el PP pagó a su extesorero una cantidad mensual fija y las cotizaciones a la Seguridad Social, además de practicarle la correspondiente retención de Hacienda hasta finales de 2012; por tanto, no se trataba del abono fraccionado de un “finiquito” por la ruptura de la relación en 2010, como había sostenido el vicesecretario del PP, Carlos Floriano. Los políticos no deberían mentir ni aunque fuera por graves razones de Estado, pero en este caso ni siquiera estaba en juego un asunto de esa naturaleza.
Ahora es evidente que la cúpula del PP mantuvo relaciones con Luis Bárcenas hasta fecha muy reciente, lo cual es tanto como decir con un exdirigente que llevaba imputado judicialmente en el caso Gürtel desde 2009; que había perdido la condición de senador en 2010; y que ha intentado acogerse a la amnistía fiscal del Gobierno en 2012, mientras cobraba del PP. La relación con Bárcenas no se interrumpió hasta el descubrimiento judicial de datos sobre la fortuna acumulada en Suiza por el extesorero. Que además sea el autor de unos documentos en los que se contabilizan entradas y salidas de dinero, sospechosas de constituir una caja B, muestra el tamaño de la sombra que Bárcenas proyecta sobre el partido. No hace falta ser un fanático de la verdad para comprender que las explicaciones ofrecidas resultan chuscas, políticamente inaceptables, y que la situación del PP es ahora más comprometida que antes de regatear a la verdad.
El Gobierno debería llegar al debate parlamentario de la semana próxima con el patio trasero del partido lo más ordenado y limpio posible; lejos de eso, la sospecha de corrupción lo deforma todo. Así las cosas, la tan esperada cita política amenaza con transformarse en el debate sobre el estado de la corrupción. El PP ha intentado salir de las cuerdas exigiendo un desnudo fiscal a Rubalcaba, y el PSOE ha contraatacado exigiendo el desnudo fiscal integral de los políticos. Castigar la corrupción y sanear la financiación de los partidos es cosa muy distinta de enzarzarse en espectáculos de dudosa utilidad para lo que importa, que es exigir responsabilidades por la corrupción y plantearse reglas transparentes y controles capaces de cortar unas conductas que arruinan la confianza en la clase política.
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