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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Relaciones sostenibles

Ratzinger se marcha, pero al estilo María Teresa Campos, ¡no sin Georg! Mientras la familia pontificia ora y estudia en la paz del convento, Georg labora en esa belicosa feria que es el Vaticano

Boris Izaguirre
El secretario del papa Benedicto XVI, el padre George Gänswein.
El secretario del papa Benedicto XVI, el padre George Gänswein.CLAUDIO PERI (EFE)

El presente se divide, cada vez más, entre relaciones sostenibles y relaciones insostenibles. Y un ejemplo de relación sostenible es la recién descubierta entre Carmen Martínez-Bordiú y el llamado “rey de la chatarra”, Luis Miguel Rodríguez, Luismi para Carmen y sus amigos. Una relación insostenible era ya la de Benedicto XVI con la Santa Sede.

Está claro que resulta poco sostenible la naturaleza de los partidos políticos, que hace tiempo se comportan como empresas de enriquecimiento personal con tendencia a sobreproteger a sus miembros más selectos. Sobres y espionaje son el método y la política. Y Método 3, la agencia encargada de poner micrófonos y detectives a los políticos, el lugar donde todos se escuchan unos a otros en un enredo de cables y enchufes.

Los partidos se convierten en empresas, los papas se jubilan, pero Carmen Martínez-Bordiú escucha en la dirección correcta y encuentra por dónde volver a la dulce senda del crecimiento económico. Ya no es en las altas esferas, ni en la burguesía bursátil. Es en la chatarra, en la cultura del residuo, en el desguace. Y eso es, hablando en plata: la economía real. Carmen encontró más elegante referirse a su nuevo y metálico amor como “empresario del desguace” porque es más sólido y vigoroso. Y nos indica la dirección que Carmen quiere tomar: hay que abrir ojos, corazón y brazos hacia el futuro sostenible. Reciclarse o morir. Deshacerse de lo que no funciona. La crisis estimula el cambio, el recambio y la búsqueda de chatarra nos enseña una nueva forma de enriquecimiento, no ya con sobres, transferencias ni comidas en restaurantes con micrófonos ocultos entre las flores, sino en el reciclaje de hierros y cables en dinero nuevo y sano. Hasta 300 euros por tonelada. Así, la propia Martínez-Bordiú se recicla aferrada a este amor, abandonando la lata de ser una acomodada señora de Santander para regresar al ambiente de la capital y también al de Parla.

¿Parla catalá Carmen? Probablemente no, pero siempre se dijo que sabía latín, aunque no tanto como el Papa, y seguro que habrá sido de las primeras personas en todo el mundo que entendieron perfectamente lo que decía y no decía el Pontífice cuando anunció su adiós en la lengua muerta de Virgilio. No debemos permitir que la renuncia del Papa nos impida ver lo que de verdad importa: ¿qué futuro sostenible le aguarda a monseñor Georg, el fiel secretario papal? El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, informó de que el bello monseñor Georg Gänswein continuará como prefecto de la casa pontificia, aunque su residencia la tenga en el monasterio de clausura donde se alojarán el Papa y las cuatro laicas que forman la familia pontificia. Ratzinger se marcha, pero al estilo María Teresa Campos, ¡no sin Georg! Y es que el atractivo secretario lo merece: se ha entregado al cuidado del Pontífice más de 25 años en santa entrega. Puede llamar la atención lo flexible del arreglo, porque mientras la familia pontificia ora y estudia en la paz del convento, Georg labora todos los días en esa belicosa feria que es el Vaticano.

Las ferias de arte son uno de los inventos más atractivos del fin de siglo: se mezclan perfectamente obras de arte, millonarios, cables y ganas de comer. Uno de los restaurantes de la zona vip de Arco lo lleva Arturo, la empresa cuyo presidente está siendo sometida a una investigación por supuestos pagos en B. Allí los camareros son atentísimos y se sobreentiende su deseo de que se aclare lo de los supuestos sobres salario. Mientras, se sobreponen como pueden a incesantes conversaciones que van desde el precio de un maruja mallo hasta la más que posible declaración de inocencia del duque de Palma.

En ese marco se comentó que la cena de los duques en el restaurante Via Veneto (que no es de Arturo, pero sí de una familia barcelonesa) habría sido financiada por un destacado empresario de esa capital. Y que tal dato podría alimentar los rumores de que un grupo de señores acaudalados se reúna para ayudar a los duques en aprietos. ¿Por qué? ¿Por amor al arte? No, por amor a la Corona. ¡Oye! No está de más recordar que Camps fue declarado inocente in extremis. Si todo se resuelve, como es de esperar, favorablemente para los duques, solo quedaría saber cómo ha sido posible que la gestión de la Casa del Rey haya conseguido solita toda esta pérdida de credibilidad.

También en Arco pueden verse diferencias en la forma de gestión de un negocio o un estand. Por ejemplo, las galerías alemanas y austriacas tienen a su escaso personal de pie, normalmente vestido con ropa oscura y un poco rara, cualquiera que sea la hora a la que se las visite; y con frecuencia incorporan a alguien que habla un correcto español. En cambio, las galerías españolas siempre tienen más gente, sentados unos y mordisqueando algo en una mesita otros, como si estuvieran en Sálvame, de Telecinco, y con amigos que mantienen ese atractivo ambientillo que hace más fácil todo, tan colorido. Tan arcoíris.

Siempre lo hemos sabido, hay mucha chatarra y mucho arte. Como apuntan en El malentendido, la obra de Camus magistralmente representada en el Teatro Valle Inclán de Madrid, la vida también es devoradora. Nos convierte en chatarra.

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