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Columna
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Envenenados

La sociedad necesita dimisiones, juicios, castigos ejemplares. Sin eso, no hay futuro.

Rosa Montero

Sé que comparto con la inmensa mayoría del país, al margen de las ideologías, una sensación de rabia desesperada y hartazgo infinito. El enésimo caso de corrupción que ahora vivimos nos ha puesto más allá de las palabras. Ya no es momento de hablar, sino de actuar: la sociedad necesita dimisiones, juicios, castigos ejemplares. Sin eso, no hay futuro. E incluyo a la infanta Cristina: por Dios, que la empapelen. Pero no es sólo Bárcenas, Mulas, Urdangarin y Cía; mire a donde mire, la vida es agobiante. Los fundamentalistas islámicos están creando un infierno a las puertas de Europa, y esa marea aterradora sólo está siendo contenida por los franceses, vergonzosamente abandonados por todo el mundo: una cobardía que pagaremos. Eso sí, en España no nos asusta recurrir a las armas siempre que sea contra criaturas indefensas: en Arbucies y en Punta Umbría, los Ayuntamientos han autorizado la caza a tiros de los perros callejeros. Un mundo miserable.

Nuestra realidad es tan tóxica, en fin, que no me extraña lo que me acaba de contar la Fundación Vivo Sano. Habitamos un mundo emponzoñado por los productos químicos. En 2004, WWF/Adena hizo análisis de sangre a todos los ministros europeos y demostró que tenían un promedio de 35 sustancias químicas tóxicas. El peor resultado fue el de Cristina Narbona, ministra de Medio Ambiente, con 43 tóxicos en sus venas. En esta España desquiciada, nadie nos defiende de manera eficaz de la “epidemia química”, presente en todo nuestro entorno: jabones, cosméticos, envases... Lo peor son los disruptores endocrinos, que alteran el sistema hormonal con terribles consecuencias para la salud (más información en http://www.hogarsintoxicos.org). En resumen: vivimos envenenados. Lo cual sin duda resulta de lo más coherente.

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