Asesinato en París
La muerte de tres activistas kurdas abre un nuevo e inquietante escenario al conflicto turco
Resulta prematuro formular respuestas definitivas al asesinato en París de tres mujeres militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la organización armada que combate por la autonomía kurda en Turquía. Pero el crimen, a todas luces político, parece indisociable de las conversaciones que el Gobierno de Ankara ha iniciado con el encarcelado líder supremo kurdo, Abdulá Ocalan, para intentar poner fin al más importante conflicto turco, una pugna de 30 años que se ha cobrado 40.000 vidas.
No sería la primera vez que rivalidades internas en el grupo marxista y guerrillero que Ocalan fundara en 1978 —considerado terrorista por la UE y EE UU— han desembocado en ajustes de cuentas. Se trate de esa hipótesis o de una eventual escisión, del sabotaje de un cambio político en ciernes (para el que sobrarían padrinos dentro y fuera de Turquía) o de la obra de pistoleros con oscuros patrocinios, el triple asesinato en Francia, por su ejecución y falta de precedentes, abre un nuevo e inquietante escenario en el irresuelto contencioso histórico.
Las concesiones del primer ministro turco, Erdogan, básicamente sobre el uso de su lengua, a los kurdos de Turquía (alrededor del 20% de una población de 75 millones) nunca han satisfecho a estos ni a los combatientes del Partido de los Trabajadores, que buscan mayor representación política y una profunda autonomía en el sureste del país. Desde la reelección de Erdogan en junio de 2011, la lucha entre Ankara y el PKK, pese a sus altibajos, se ha hecho especialmente cruenta, con cerca de 1.000 muertos.
El diálogo con Ocalan decidido ahora por Turquía con el líder kurdo, que cumple cadena perpetua cerca de Estambul, es un cambio de estrategia impensable no hace mucho en un Gobierno cuyas fuerzas armadas siempre han alardeado de su capacidad para derrotar militarmente a los rebeldes. El argumento fundamental del viraje y de su urgencia aparente son las crecientes ramificaciones del enraizado conflicto, que amenazan su descontrol. Las dos más inquietantes son el dominio kurdo del norte de Irak, con el auge de grupos cada vez más militantes, y la guerra civil siria. En Siria, el creciente poder de una organización hermana del PKK en el norte suscita abiertamente en Ankara el miedo a que los kurdos de este país consigan establecer una región autónoma en la frontera.
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