Ideologías contra adopciones
Motivos religiosos y políticos están cerrando la cooperación internacional en este ámbito
El mundo de las adopciones internacionales se está cerrando. En parte se debe a que esta cuestión se va contaminando de ideología, ya sea religiosa o nacionalista. Hace unos meses fue Marruecos el que cerró la posibilidad de tales adopciones argumentando que no se podía garantizar que los niños prohijados siguieran la correcta educación religiosa, musulmana en este caso. Recientemente, aunque sin esgrimir el factor religioso, Malí se ha sumado con una medida parecida, instando a los jueces a autorizar la posibilidad de adopción solo por padres malienses.
El Gobierno ruso ha elaborado una ley expresamente dirigida contra EE UU, al prohibir que se entreguen a ciudadanos norteamericanos niños en adopción. Se ha presentado como una reacción contra la muerte de Dima Yákovlev, un huérfano ruso adoptado por una familia de Virginia que murió deshidratado cuando su padre adoptivo lo olvidó durante varias horas en un automóvil al sol.
Pero está claro que el régimen de Putin también pretendía así una represalia contra la reciente ley Magnitiski que desde EE UU castiga a los funcionarios rusos que violen derechos humanos, y que toma su nombre del abogado que murió en prisión en Moscú tras haber desvelado un caso de corrupción de agentes tributarios. La nueva toma de posición es apoyada por los que consideran una afrenta que Rusia dé en adopción a algunos de sus menores y una parte de la iglesia ortodoxa, que considera que estas prácticas tampoco garantizan la educación en su religión de los niños expatriados.
Que se restrinjan las adopciones internacionales —China también lo ha hecho— puede ser un signo positivo de que se han reforzado los controles para evitar abusos. Pero si es por motivos ideológicos o políticos, se pueden mermar las posibilidades vitales de unos menores, a menudo recién nacidos, condenándolos a la orfandad.
Es necesario reforzar las garantías internacionales. El pertinente Convenio de la Haya es el camino para seguir avanzando en la necesaria protección de los derechos y posibilidades de unos niños, por definición, desprotegidos.
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