Hollande sin su 75%
Los impuestos especiales a los patrimonios más elevados requieren soluciones europeas
El impuesto especial de un 75% a los que ingresaran más de un millón de euros al año era una de las propuestas estrella con las que François Hollande ganó las elecciones en Francia. Llegaba cargada más de simbolismo que de efecto real pues iba a recaudar solo en torno a 400 millones en sus dos años de vigencia y afectar a no más de dos millares de ciudadanos. El fallo del Consejo Constitucional lo ha echado momentáneamente atrás, junto a otras medidas fiscales, y obligará a Hollande, en horas bajas en las encuestas, a revisar en profundidad sus propuestas en las próximas semanas. No es que el alto tribunal considerara ilegal la tasa fijada, sino que se aplicara a individuos, y no a unidades familiares, lo que, en su opinión, genera contradicciones ante el fisco. Pero aplicar el mismo baremo a los hogares afectaría a 10.000 personas, lo que el Gobierno querrá evitar.
El impuesto, que debía entrar en vigor el pasado 1 de enero, goza de un amplio respaldo popular, pese a la dinámica generada por las protestas, o exilio fiscal, de algunas personalidades como el actor Gérard Depardieu. Hollande planteó este impuesto como una cuestión “moralizadora” antes que “recaudatoria”, enarbolando una doble bandera: la de que los que más tienen más deben contribuir a la salida de la crisis, y la de la lucha contra una desigualdad en los ingresos que ha crecido sobremanera, en Francia y en todas las sociedades en los últimos 20 años. Es el reverso de la medalla de la globalización, que ha reducido las diferencias entre las sociedades pero aumentando las que se dan en el seno de cada una de ellas. También Obama intenta paliar estas diferencias al aumentar los impuestos a los hogares más acaudalados.
Reducir esta desigualdad sin mermar la capacidad de crecimiento de las economías es una de las tareas urgentes en nuestras sociedades. Es más que dudoso que se pueda conseguir con impuestos efectistas como el que proponía Hollande. Sin duda el objetivo necesita de una importante componente fiscal, más difícil de lograr cuando hay competencia a escala europea o global. Desde Londres, David Cameron no solo recorre la vía contraria reduciendo los impuestos a las rentas superiores, sino que también intenta atraer a las empresas y empresarios que quieren huir fiscalmente de Francia. La verdadera solución para la cuestión fiscal, si la hay, tiene que plantearse desde la propia Unión Europea.
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