El efecto Madrid Arena
La suspensión de una macrofiesta en Madrid se hace sin siquiera responder adecuadamente a los clientes

Los datos que se han ido conociendo tras la fatídica noche del 1 de noviembre que costó la vida a cinco jóvenes en el Madrid Arena ponen los pelos de punta. El rosario de despropósitos fue tan grande que, ahora se sabe, todo parecía estar diseñado para que ocurriera una desgracia: cámaras de seguridad inexistentes, sobreventa de entradas, personal sanitario insuficiente y no preparado para atender a los asistentes, escaso control de seguridad, puertas bloqueadas y pasillos (o vomitorios) demasiado estrechos.
Las dramáticas consecuencias de tanta chapuza —entre las que no es asunto menor el encarcelamiento durante unas horas del empresario que la organizó, Miguel Ángel Flores— se han notado durante estas fiestas de manera singular en Madrid con la cancelación de fiestas, el desalojo en Nochevieja de dos eventos y la suspensión en el último momento de la más grande que suele acoger Madrid: My pleasure II, en Fabrik, Humanes, el primer día del año.
Tal suspensión ha evitado el peligro, pero ha vuelto a poner en evidencia la solvencia de estas empresas que ni siquiera tienen la deferencia de avisar con tiempo a sus clientes para que se ahorren el viaje. Huelga decir que la devolución del dinero no está garantizada. La explicación ofrecida hasta ahora tampoco es muy convincente. Dice GOA Electronic Parties, la promotora de la macrofiesta, que se dio cuenta pocas horas antes de iniciarse el evento de que se habían vendido tantas entradas falsas que existía el peligro de duplicar el aforo permitido (situado en 12.000 personas).
Echar la culpa a empresas piratas de que falsificaran las entradas no tiene sentido. ¿Acaso no dispone GOA de sistemas para controlar sus tiques? ¿Por qué tardó tanto en enterarse de la sobreventa de pases? ¿Hubo miedo a un nuevo drama o a la inspección del local?
Lo ocurrido el 1 de noviembre es irreparable. Pero el efecto Madrid Arena quizá tenga su lado positivo en el futuro. Libres de empresas chapuceras, hay sitio para las serias y capaces de organizar eventos en los que no se arriesguen vidas y, además, no se trate a los jóvenes como ganado, sino como lo que son: clientes con derechos.
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