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Inmutable permanece el presidente sirio, Bachar el Asad, tras casi dos años de oposición y revolución, primero civil y luego armada, contra su régimen. Inconmovible a pesar del goteo constante de muertos (40.000) y ciudades destrozadas. Su pérdida de legitimidad se evidenció aún más al final de año cuando un centenar de países (entre los que no estaban ni Rusia ni China, lo que habría sido su fin definitivo) firmaron en Marraquech una declaración de reconocimiento de la Coalición Nacional de las Fuerzas de Oposición y de la Revolución Siria (CNFORS) como único representante legítimo del pueblo sirio y marco de las organizaciones anti-Asad con vistas a la creación de un nuevo Gobierno en las zonas liberadas. La amenaza del régimen de usar armas de destrucción masiva ensombreció aún más el paisaje. En la imagen, miembros del Ejército Libre de Siria (ELS) lanzan en octubre una bomba con catapulta en la ciudad de Alepo, convertida en escenario de guerra cotidiana.
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