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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El rehén de ERC

Mas debe calibrar el coste de dar prioridad a la agenda radical de los independentistas

En política, no reconocer un error puede conducir a otro peor. Artur Mas demostró ayer que no acaba de asumir las graves consecuencias del batacazo que CiU sufrió el 25 de noviembre y puede acabar convirtiendo el fracaso de su órdago soberanista en una huida hacia adelante que agrave aún más la situación. Tras perder 12 diputados, CiU está en peores condiciones para formar Gobierno y necesita desesperadamente un socio con el que emprender la difícil legislatura que ahora comienza. Aunque la aritmética parlamentaria permitiría otros acuerdos, Mas parece decidido a dar prioridad a la agenda soberanista mediante un pacto de legislatura con ERC. En una actitud entre exigente y conciliadora, ayer trató de congraciarse con los republicanos y no dudó en utilizar expresiones que solía eludir, como “derecho a la autodeterminación”, en lugar del más ambiguo “derecho a decidir”.

Mas no debe olvidar que el órdago soberanista que lanzó al convocar unas elecciones con carácter plebiscitario ha quedado deslegitimado en las urnas. Los electores no solo no le han dado la mayoría excepcional que reclamaba, sino que ha perdido apoyos. Y ahora puede quedar prisionero de un partido cuyo objetivo declarado es “construir una mayoría social y política que conduzca a Cataluña a la independencia”. ERC ya ha dicho que no está dispuesta a aceptar las ligaduras de un Gobierno de coalición, porque a lo que aspira es a controlar el Gobierno y liderar la oposición al mismo tiempo; que su misión es evitar que cuaje una oposición antisoberanista. Y aunque se declara dispuesto a facilitar la estabilidad que necesita Mas, nadie duda de que ERC exigirá un alto precio y que tratará de sujetarle como la soga sostiene al ahorcado. De entrada, plantea dos condiciones: la convocatoria inmediata —si es posible, en 2013— de un referéndum sobre la independencia, y un cambio sustancial en la política económica, algo que CiU tiene muy difícil si quiere cumplir el Pacto de Estabilidad. De momento, el Gobierno en funciones ya ha tenido que aplazar de nuevo el pago de servicios básicos y se estima que en los próximos presupuestos tendrá que aplicar un recorte de 4.000 millones.

El escenario no puede ser más difícil para Mas, con un liderazgo debilitado externa e internamente. Si CiU quiere ahora virar hacia las posiciones de ERC debe calibrar el coste de la frustración que eso puede provocar en la parte de su electorado que le ha votado porque pensaba que haría una gestión moderada de la agenda soberanista. Si ahora secunda los postulados radicales y frentistas de ERC, ¿cuál será su papel futuro en la política catalana y española? Por otra parte, cuanto más se acerque y más ceda a la presión republicana, más se resentirán sus relaciones con Unió, que siempre ha visto con reticencia el giro soberanista de la actual cúpula convergente. Y todo ello sin olvidar que en las pasadas elecciones una parte muy importante de los catalanes expresó con su voto que no quiere aventuras inciertas.

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