Jerez y el incierto futuro
La ciudad se ha convertido, en dimensión micro, en lo más pàrecido a un Estado fallido
Primero fueron los policías vestidos de romanos. Luego los bomberos, las limpiadoras y los conductores de autobús. En Jerez de la Frontera, la ciudad del tronío y la jaca enjaezá, el despilfarro de los tiempos de vacas gordas ha agravado la crisis hasta el punto de convertirse en la punta de lanza de los sufrimientos del resto del país. No hay dinero. Con una deuda municipal de 1.000 millones de euros y un 35% de paro, a las protestas de policías, bomberos, limpiadoras y conductores ha seguido en las tres últimas semanas una huelga de la empresa de recogida de basuras que ha convertido sus calles en espacios malolientes plagados de ratas.
Ayer, por fin, se llegó a un acuerdo. El Ayuntamiento ha cerrado el conflicto tras acordar con la empresa concesionaria del servicio que para 2013 habrá una reducción de costes del 20%. Tal como están las cosas, los trabajadores han aceptado, a cambio de evitar el despido de 125 compañeros, y harán turnos dobles para limpiar la ciudad.
Jerez es hoy en día, en dimensión micro, lo más parecido a un Estado fallido. Los problemas vienen de muy lejos. Su Ayuntamiento tuvo que pedir el segundo crédito más cuantioso de España después de Madrid teniendo solo un 7% de su población. Tras varios años de obras faraónicas y dinero fácil con una especulación inmobiliaria que dejó pequeño el gran negocio vitivinícola que siempre distinguió a la ciudad, Jerez de la Frontera fue de impago en impago hasta llegar a la ruina. La alcaldesa, María José García-Pelayo, decretó el primer ERE de un Ayuntamiento en España según tomó posesión del cargo a mediados del pasado año. Las consecuencias del naufragio son del dominio público. ¿Cómo no recordar esa huelga de limpiadoras que convirtió los colegios en estercoleros?
García-Pelayo ha logrado cerrar este nuevo conflicto y se ha comprometido a recuperar la normalidad de su ciudad “cuanto antes”. Lo tiene complicado. Si lo logra será un éxito para Jerez y, de paso, infundirá algo de aliento a los demás, que están viendo su futuro tan negro como sus calles malolientes. Si lo logra, Rajoy quizá debiera sopesar la posibilidad de ficharla.
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