El debate de la independencia
En este último mes prácticamente solo hemos oído hablar de una palabra: independencia. En los últimos días se ha añadido una frase que también se ha convertido en el punto de mira: españolizar a los alumnos catalanes.
Mientras tanto, ¿quién habla de crisis? Parece que las declaraciones de algunos políticos son más importantes que el problema más grave que sufrimos todos los españoles, y el que nos une a todos, seamos catalanes o no. Aún somos muchos los que seguimos sin trabajo, a los que nos espera un futuro incierto, y los que queremos que se solucione.— Anna Gual Vaqués. Igualada, Barcelona.
Sentirse ciudadano español y catalán no es nada cómodo en estos momentos de efervescencia independentista. Creo necesario que se celebre lo antes posible y de manera pactada un referéndum sobre quedarse o salir de España.
Eso sí, desearía que se abriera un debate serio, profundo y honesto sobre los pros y contras de dicho proceso. Después de tanta manifestación de sentimientos, es necesario que dejemos paso a la racionalidad. Pero me temo que un debate sereno y objetivo difícilmente se va a dar, debido a los posicionamientos enrocados de la clase política.
Cataluña, con amplios poderes de gestión tiene muchos motivos para la satisfacción, pero también sería bueno hacer una reflexión de autocrítica: rebaja del nivel de bienestar en general, constante perdida del empleo cuando no rebajas de sueldos, importantes recortes en educación, sanidad, ayudas sociales, etcétera. Estará por encontrar un equilibrio fiscal más razonable para Cataluña, pero ¿toda la culpa la tiene el Estado español?
Hemos perdido en poco tiempo un importante patrimonio financiero, cultural y social que representaban la docena larga de históricas cajas de ahorro catalanas, ahora solo queda una. Papá Estado se hizo cargo de los agujeros de las demás. Ningún patriota se manifestó en contra.
La corrupción, el eterno caso Millet en una de las instituciones más emblemáticas de Cataluña con la imputación por financiación ilegal del partido Convergència i Unió.
Esto y mucho más, con gran habilidad e inteligencia por parte de CIU, ha quedado tapado por una tupida bandera (senyera estelada).— Ferran Farriols Nieto. Esparreguera, Barcelona.
Asfixiados por la abrumadora campaña mediática favorable a la autodeterminación como paso previo a la independencia, los catalanes de izquierdas y no nacionalistas nos sentimos huérfanos de una voz pública que defienda nuestras posiciones. Vemos con impotencia cómo el debate político en Cataluña gira alrededor de la forma y tiempo en que se ejercerá el supuesto derecho a la autodeterminación.
Los partidos progresistas, e incluso los sindicatos, se han dejado arrastrar por la vorágine nacionalista que permite ocultar tanto los gravísimos problemas reales de la sociedad catalana (desigualdad creciente, recesión, paro, corrupción) como las impopulares medidas aplicadas por el Gobierno de CiU, precursor y adalid de los recortes sociales.
Tras años de miedo y renuncia a discrepar del espíritu nacionalista con que las élites catalanistas han impregnado todos los ámbitos de la vida pública catalana, los partidos progresistas de Cataluña han perdido la capacidad de sostener sin complejos la idea de que el bienestar de los catalanes pasa por la defensa de los derechos sociales de los ciudadanos.— Alfonso Toledo Soler. Sant Cugat del Vallès, Barcelona.
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