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Coordinado por Lola Huete Machado

Ébola: un virus, dos epidemias

<span >Los periódicos de Uganda informan del brote de Ébola.</span>
Los periódicos de Uganda informan del brote de Ébola.

Autor invitado: Alfonso Verdú (coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras), desde Isiro, República Democrática del Congo.

Equipo médico de MSF facilita atención a un paciente sospechoso de padecer Ébola en la unidad de asilamiento de Kampungu, Kasai Oriental (RDC). Desde principios de septiembre, MSF trabaja en el área donde ha surgido el brote de Ébola con un equipo de 65 personas, incluidos 18 expertos internacionales. Fotografía de Pascale Zintzen.
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Hospital de Kagadi (oeste de Uganda)) donde se lanzó una intervención de emergencia para luchar contra el Ébola a finales de julio de 2012. Fotografía de MSF.

El virus del Ébola sigue provocando epidemias de fiebres hemorrágicas en humanos, como la que estamos ahora mismo abordando en Isiro, en la República Democrática del Congo (RDC). Estas se caracterizan por una terrible letalidad, de hasta el 90% en algunos casos, aunque en el brote actual la tasa de mortalidad se sitúa muy por debajo. En todo caso, esto convierte al Ébola en un enemigo invisible muy duro de enfrentar. La transmisión se produce a través de los fluidos corporales, lo cual incluye vómitos y diarreas. Se hace un seguimiento de las personas que han interactuado con los pacientes. También se acude a los hogares de los casos confirmados de Ébola, porque sus bienes pueden convertirse en una vía de contagio.

De hecho, el Ébola puede ser controlado y, de alguna forma, derrotado. Para ello resulta imprescindible una estrategia médica multidisciplinar basada en un aprendizaje adquirido con el tiempo y las epidemias anteriores. Pero junto a la estrictamente viral, existe otra epidemia de igual importancia, la del miedo, que debe ser tratada en paralelo. La propagación del Ébola en un entorno rural que combina escasa alfabetización, prácticas tradicionales incompatibles con las necesarias medidas de higiene y creencias ancestrales cuya mística asocia nuestra intervención a la muerte causada por la enfermedad, convierten a la epidemia de miedo en el otro gran desafío para los equipos sobre el terreno.

LA RESPUESTA MÉDICA

La respuesta médica al Ébola tiene dos objetivos principales: tratar y aliviar el sufrimiento de las personas que se hayan contagiado y contener la propagación del virus. Dicho así parece sencillo, pero está muy lejos de serlo.

Retirar de la comunidad a las personas que puedan haber contraído o tengan el virus es esencial para contener la epidemia. Para ello lo primero que hicimos en Isiro (RDC) fue montar un CTE en el hospital. Es en este centro donde recibimos a las personas que han mostrado síntomas (por ejemplo, fiebre o diarreas con sangre), momento en el que ya pueden transmitirlo. Tras la realización de la prueba y en caso de confirmación, las hospitalizamos y comenzamos su tratamiento.

Kaluamba, unidad de aislamiento de casos sospechosos. Un equipo de MSF de nueve especialistas del Ébola llegados desde Kinshasa y Bruselas, trabaja en la región de Kasai Occidental. Logistas construyen una sala de aislamiento en el pueblo de Kampungu, y ponen en marcha todas las medidas de protección. El equipo médico también presta atención a las personas sospechosas de tener la enfermedad. Fotografía de Luis Encinas.

EPIDEMIOLOGÍA DEL MIEDO

No hay epidemia de Ébola que no genere al tiempo una epidemia de miedo. Es fundamental ponerse en la piel de una pequeña comunidad perdida en la profundidad de la selva congoleña para entender de qué estamos hablando. Justin[1] nos puede valer de ejemplo. Agricultor en una aldea de no más de veinte personas, vive en su pequeño tukul con toda su familia. Tras un aumento repentino de fiebre y ya con sangre en vómitos y diarreas, permaneció aún varios días en el entorno familiar, lo que posibilitó la transmisión a su mujer e hijos.

Al tener conocimiento del caso pusimos en marcha lo que llamamos “equipos de confirmación de alertas”. Nos desplazamos a su comunidad y, con todas las precauciones necesarias, comprobamos que Justin y varios de sus familiares eran efectivamente sospechosos de Ébola y tenían que ser trasladados al CTE para aislar el virus de la comunidad. Desgraciadamente, al cabo de unos días su mujer y uno de los hijos fallecieron. Por mucho cuidado que pongamos en explicar qué hacemos y que contemos con psicólogos y antropólogos locales e internacionales, al final lo que puede percibirse es que un grupo de extranjeros se ha llevado a una familia entera para saber luego que varios de sus miembros están en un hospital sin poder salir y que uno de sus seres queridos ha fallecido.

El entierro de seres queridos se convierte en uno de los momentos más delicados durante un Ébola, en el que colisionan dos visiones; por un lado, quienes vemos sobre todo la necesidad de desinfectar y embolsar adecuadamente el cuerpo contagioso; por otro, quienes desde siempre han despedido a sus difuntos mostrándolos a la comunidad para que todos lo abracen y besen. El Ébola nos obliga a poner coto a esas prácticas, ya que muchos de los contagios se producen, de hecho, en este momento.

La única forma posible de contrarrestar la epidemia del miedo es aumentando la sensibilización de las comunidades y la formación de los actores claves. Para ello utilizamos todos los canales imaginables: desde las radios locales en múltiples lenguas a los líderes comunitarios y tradicionales, pasando por todas las confesiones religiosas e incluso las redes de moto-taxis. La fórmula que más éxito ha tenido hasta el momento ha sido involucrar en estas acciones a los supervivientes, convirtiendo en portavoces a quienes han demostrado que a pesar del rastro de víctimas y las tragedias que el Ébola deja a su paso, la vida siempre intenta salir adelante.

Kiiza Isaac, 42 años, ugandés, contrajo Ébola en 2007 y sobrevivió. Las imágenes fueron tomadas en el hospital de Kagadi (en el oeste de Uganda) donde se desató un nuevo brote de ébola en julio de 2012.

Nuestra intervención en otros brotes nos ha enseñado que los mejores aliados están en la propia comunidad. Fue el caso de Kiiza Isaac, un enfermero ugandés de 42 años decidido a acabar con el mito del Ébola. En 2007 contrajo el Ébola en su distrito natal, Bundibugyo. No solo vivió para contarlo sino que ahora ayuda a otros a superar la enfermedad y ha intervenido en el brote que este verano se desató en el oeste de Uganda. Acabamos también de recibir la fantástica noticia de que Roger ha sido contratado por el Ministerio de Salud como trabajador comunitario; él será el mejor estandarte en la lucha contra el miedo.

NUESTROS LÍMITES ANTE LA 'TORMENTA PERFECTA'

Esta es una de las intervenciones más complejas que una organización humanitaria puede llevar a cabo y que, al mismo tiempo, justifica sin duda nuestro papel; se trata del acto médico en estado puro, dirigido a unas personas y hacia unas comunidades que, en un entorno ya agobiado de dificultades, se ven enfrentadas a esta virulenta enfermedad. Ahora mismo en Isiro es preocupante ver cómo la gente deja de acudir a los puestos de salud ante el rumor de que es el personal médico quien transmite la enfermedad; al tiempo que el propio personal de las zonas más rurales entra en pánico al recibir una persona con fiebre… que seguramente no es más que otra malaria.

La retroalimentación entre las dos epidemias (el virus y le miedo) convierte al Ébola en una tormenta perfecta. Es un círculo vicioso que sólo puede romperse con el esfuerzo de muchos otros actores. Nuestra contribución es determinante, pero no suficiente. Sin la movilización social, la vigilancia epidemiológica, o los medios logísticos y financieros necesarios, no podremos contenerlo. Con los últimos datos retrospectivos sabemos que la epidemia empezó en mayo; hoy, el número de muertes y de hospitalizaciones sigue aumentando junto al rechazo y la resistencia a quienes tratamos de abordarla. Esperamos que la mayor atención que ahora parece generar este brote tanto en los responsables gubernamentales como en sus socios internacionales sirva para romper esta dinámica perversa.

(*) Nombre figurado

Comentarios

It’s the kind of thought-provoking content that allows you to use your brain. Thank you.
I like your style of writing. You break it down nicely.
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