Impulso automovilístico
El Gobierno articula un plan de estímulo para apoyar a una industria azotada por la crisis
Aunque el presupuesto no está para dispendios, el Gobierno reaccionó el viernes pasado al hundimiento de la venta de automóviles con un nuevo plan de estímulo, que en esta ocasión se llama PIVE (Plan de Incentivo de Vehículos Eficientes). En síntesis, se trata de gastar 75 millones de euros, financiados por el IDAE a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) para subvencionar con 1.000 euros cada nuevo coche que se compre después de achatarrar el actual. Si las cuentas no engañan, los 75 millones dan pues para subvencionar la compra de 75.000 automóviles, siempre y cuando se trate de coches híbridos o eléctricos, en cuyo caso no hay límite de precio, o de unidades que cuesten hasta un límite de 25.000 euros. El plan no está mal pensado, puesto que privilegia la venta de modelos que se fabrican en España: coches pequeños con una emisión de CO2 inferior a los 160 gramos. Así que el propósito declarado consiste en estimular las ventas y, de paso, afianzar la presencia de las multinacionales que fabrican en España. Dice el sector que el mercado del automóvil (coches, más industria indirecta, más seguros, más tramitación de carnés, por ejemplo) ocupa casi el 10% de la población laboral española. Quizá algo exagerado, pero en todo caso importante.
Como parche, el plan puede funcionar durante un periodo corto de tiempo. Hay quien asegura que el depósito de 75 millones se agotará en menos de seis meses. Pero, al menos, si se cumplen las previsiones del plan, las ventas totales superarán probablemente las 700.000 unidades este año. Los problemas del mercado automovilístico, como los de casi toda la economía, son el empleo (los parados no compran vehículos) y el crédito. Mientras la ocupación y el mercado bancario no se normalicen, el automóvil no recuperará su pujanza de los tiempos de prosperidad.
Y, como parche que es, los fabricantes y concesionarios sin duda lo verán como insuficiente. Les gustarían ayudas públicas más indirectas y eficaces (financiación o logística), quizá incluso cargas fiscales aminoradas. Pero otros mercados también presionan; y la caja pública no da para más. Solo para garantizar un poco de supervivencia, que en los tiempos que corren es mucho.
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