El rey sagrado de Oussouye
Se llama Sibiloumbay Dhiedhou. Luce traje y gorro rojos. En la mano, un cetro confeccionado con hojas de palma. Aparece con paso ceremonioso y se sienta en su taburete de madera. Sólo él puede usarlo. Estamos en un bosque a pocos metros de la estación de transportes de Oussouye, en Casamance (sur de Senegal). Cuando Sibiloumbay Dhiedhou comienza a hablar todo el mundo se calla y escucha con atención. Para algo es el rey, el rey de Oussouye.
Sibiloumbay Dhiedhou, rey de Oussouye. / José Naranjo
Casamance es una región diferente. La tierra, la naturaleza y los árboles tienen una fuerza especial. En plena estación de lluvias luce en todo su esplendor. Pese a encontrarnos en una república, allí existe un puñado reyes tradicionales que siguen jugando un papel clave en sus respectivas comunidades. Y uno de los más importantes en la actualidad es Sibiloumbay Dhiedhou, quien “gobierna” 16 pueblos en serena convivencia con la administración estatal, jugando además un papel clave en el mantenimiento de la paz en un territorio en ocasiones sacudido por la violencia del largo conflicto de la Casamance.
Según el investigador Jordi Tomás, uno de los antropólogos que mejor conoce esta región, el reino de Oussouye se remonta, como mínimo, a finales del siglo XVII. El rey tiene que cumplir una serie de obligaciones, no puede abandonar el reino, ni comer y beber en público y debe vivir siempre en el bosque. Asimismo, está obligado a lucir sus atributos sagrados, que incluyen la corona roja o ejunjum y el cetro, llamado bulas, con el que resuelve los conflictos. “Si veo a dos chicos peleando, intercedo con mi cetro y deben parar en su rencilla”, asegura. Escogido entre tres familias de la nobleza de la etnia joola, su puesto no es hereditario y tiene carácter sagrado entre los animistas. Cuando muera, las familias volverán a reunirse para elegir a un nuevo rey tras intensas deliberaciones.
Antes, Sibiloumbay era un hombre normal. Padre de familia, trabajó como guardia de seguridad y chófer, llevando turistas a la cercana playa de Cap Skirring. Sin embargo, su elección como rey le imposibilita seguir trabajando. Entre sus principales obligaciones está la de rezar a Dios para que proteja a su pueblo, velar para que se mantenga la paz y redistribuir la riqueza. Sus ingresos proceden de las tierras reales, que los campesinos trabajan para él, y cuyo producto, fundamentalmente arroz, reparte luego el rey en función de las necesidades de sus “súbditos”. Asimismo, obtiene fondos de los turistas que acuden a visitarle y que también sirven para paliar las necesidades más perentorias de los habitantes del reino.
Llegamos hasta él a través de un contacto que nos ha pasado una amiga que vivió algún tiempo en Oussouye. Sin embargo, este consejero real se encuentra de viaje en Ziguinchor, por lo que nos recomienda que hablemos con Bakeul Dhiedhou. Él nos facilitaría la visita. “Pregunten por él en la estación de transportes de Oussouye”, nos dice. Efectivamente, no fue difícil localizar a Bakeul, pues trabaja allí vendiendo gasolina. La primera vez no pudo ser, el tiempo amenazaba lluvia y en esas condiciones no se podía ver al rey. A la segunda fue la vencida.
Además, Sibilloumbay Dhiedhou se va a convertir, en los próximos meses, en el objeto de un documental que pretende poner el acento sobre el papel que ha jugado esta autoridad tradicional africana en el mantenimiento de la paz. Los impulsores del proyecto son los miembros del Grupo de Estudios de las Sociedades Africanas (GESA) de la Universidad de Barcelona. Según aseguran, en el contexto del conflicto de Casamance, “hay un territorio en el que desde hace casi diez años no se ha producido ningún episodio de violencia relacionado con el enfrentamiento entre el independentista Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC) y el Ejército senegalés. Se trata del reino de Oussouye. La violencia cesó en este territorio inmediatamente después de que fuese entronizado el rey”.
Agboli-Agbo Dedjlani, rey de Abomey (Benín) / Daniel Laine.
Pero el rey de Oussouye no es el único rey africano. La existencia de jefaturas tradicionales que ostentan aún una gran influencia en los pueblos de África incluso después de los procesos de descolonización e independencias ha despertado siempre una gran fascinación entre periodistas, investigadores y público en general. Incluso existe un pueblo en Nigeria llamado Kumbwada gobernado por una reina, Hajia Ahmed.
El periodista francés Daniel Lainé llevó a cabo hace unos años un trabajo de investigación que le llevó a fotografiar a decenas de monarcas del continente, fundamentalmente en países como Benín y Nigeria. Para llevar a cabo su obra, que se acabó convirtiendo en el premiado libro “Reyes de África”, Lainé tardó más de tres años y tuvo que someterse, en ocasiones, a complicados protocolos. Sus fotografías reflejan, en cierta medida, que el tiempo de las monarquías africanas no ha pasado y que en muchos rincones del continente estas formas de organización social siguen estando vigentes.
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