Vivir en una estantería

Una buena estantería no sirve solo para guardar libros. Puede convertirse en ropero, en despacho y hasta en un almacén para la cocina. Hace casi dos décadas que Josep María Massana y Josep María Tremoleda idearon la estantería Tría, entonces una librería polivalente que aceptaba diversas profundidades, altos y largos y permitía elegir y cambiar la altura de sus baldas. El tiempo ha demostrado que la polivalencia y la variación no parecen tener fin cuando un diseño es solvente.

Con estantes montados sobre laterales con forma de escalera, esta estantería –apoyada sobre pies o colgada de la pared- permitía variar alturas (un mínimo de uno y hasta dos metros), extensiones (combinando estantes de 60 y 90 centímetros de largo) y anchos (con estantes con fondos de 24 o 35 centímetros). Pero una vez montada, seguía admitiendo variaciones. Al ser modular podía crecer, pero también permitía alterar el uso de lo expuesto quitando o añadiendo estantes. Así, el cambio ha sido la constante en el trabajo de sus autores al que se ha sumado Eduard Juanola a la hora de exprimir más una buena idea.

Comenzaron ampliando la gama de materiales: a las maderas de roble y haya de los estantes se añadió la posibilidad de emplear baldas metálicas pintadas. Luego apareció una mesa de trabajo que podía brotar de la propia estantería y, a continuación, armarios –para convertir la estantería en aparador- y baldas inclinadas –para hacer de ella un expositor-. Con tubos para colgar perchas y cajones para guardar ropa, la estantería funciona hoy ya en todas las estancias de la casa. O como una casa.

En lugar de lanzar una nueva estantería cada año, Mobles 114 se ha dedicado a mejorar una idea, a ampliarla, a sumar opciones para lo que ya existe de manera que una misma estantería admita muchos y variados usos. Como las personas, la estantería Tría puede cambiar de vida y seguir funcionando, sin alterarse, variando un poco el aspecto, pero conservando una esencia servicial, lógica y polivalente.