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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aeropuertos de cine

El aeródromo de Ciudad Real, sin actividad desde abril, se ha convertido en decorado de una película de Almodóvar

SOLEDAD CALÉS

No hace demasiado tiempo, políticos de este país impulsaban aeropuertos imponentes con pistas cuya longitud superaba la media europea. Nadie parecía poderles ganar en ambición. Poco después, aquellas obras faraónicas se han convertido en símbolos abandonados de la mala gestión de fondos públicos, la chapuza y la megalomanía. Es el caso del famoso aeropuerto de Castellón, impulsado por uno de los políticos más salpicado por casos de corrupción, el popular Carlos Fabra, y en el que todavía no ha aterrizado un solo avión. Es el caso también del aeropuerto de Ciudad Real, impulsado por el socialista José María Barreda. El aeropuerto, cuya construcción costó 500 millones de euros, arrastró en su caída a la Caja de Castilla-La Mancha (la primera en caer) y hoy la empresa que lo explota está en concurso de acreedores. El 13 de abril pasado se acabó la actividad para este aeropuerto fantasma en el que operaban al final vuelos con más tripulantes que pasajeros.

Pero como no hay mal que por bien no venga, algún cineasta se ha percatado de que el aeropuerto abandonado es un espléndido decorado para filmes de altos vuelos. Primero fue Tele 5 la que decidió utilizarlo para parte de su serie dedicada al accidente de Spanair de agosto de 2008. Ahora es el director manchego Pedro Almodóvar el que por razones de guion o por patriotismo ha elegido tan real decorado para rodar algunas escenas de su película Los amantes pasajeros. Un aterrizaje forzoso es el que ha llevado hasta Ciudad Real a todo el equipo de rodaje y el que ha dado un poco de vida a esta infraestructura muerta.

Es muy probable que Almodóvar, a pesar de su larga y exitosa carrera, no haya rodado nunca en un plató tan caro y espectacular. Y es más que probable también que el precio estipulado por el uso del aeródromo no suponga ningún balón de oxígeno para la empresa propietaria. Pero quién sabe si este nuevo uso de las pistas se convierte en un reclamo para cineastas y, por ende, en una nueva fuente de ingresos para aeropuertos sin aviones. Siempre será mejor que el método del aeródromo de Castellón, que sigue sin aviones, pero gastando cinco millones de euros anuales en publicidad. Lástima que el cine también esté en crisis.

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