2-Caminar sobre el agua
Imágenes del libro Montaña Blanca cedidas por la editorial Puro Chile
¿Existe un paisaje cuando no se puede ver? ¿Cuando no se puede tocar? ¿Cuando no se puede alcanzar? La paisajista chilena Teresa Moller construyó un sendero de piedra para que una franja del litoral formada por roqueríos, un brazo de la cordillera, el océano y una densa quebrada de vegetación existiera.
FOTOS: Estudio del Paisaje Teresa Moller y Asociados
Entre las localidades costeras de Zapallar y Papudo, Moller (Santiago, 1958) sembró un camino de piedras, plataformas pétreas y monolitos para construir un camino de un kilómetro y medio capaz de convivir con la vegetación nativa de molles, helechos “y un añoso peral de tronco retorcido”. “El trayecto se recorre lento”, advierte, “uno delante del otro”. Y cuando los banistas se encuentran con alguien que camina en dirección opuesta, uno de ellos debe apartarse de la senda y pisar la roca salvaje para cederle el paso. Ese discurrir lento por el paisaje lo pide la obra de Moller. Sus paisajes artificiales se casan con los naturales mezclando elementos constructivos, lugar, suelo y artesanía. Tablados de madera o plataformas pétreas, en sus trabajos lo construido parece brotar de lo natural. Se asimila y termina por formar una nueva topografía, suma de capas, de materiales, de cuidados, de trazos regulares e irregulares. El paisajismo de Moller es un paisajismo táctil, se diría que labrado a mano, realizado para transitar por la naturaleza, pero también para salvaguardarla. Es una arquitectura sutil pero drástica pensada para disfrutar con los cinco sentidos.
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