Luis Miguel, más vivo que nunca
En 2010 se anunció su muerte a causa de complicaciones de una cirugía estética Es el cantante más legendario de América Latina, acostumbrado a seducir y dominar a la multitud
Este año, Luis Miguel se empeña más que nunca en demostrar que goza de excelente salud y que el público sigue a sus pies. En la primavera de 2010, la supuesta noticia nació en Los Ángeles. Se dijo que se sometió a una cirugía estética y que una bacteria logró colarse en sus pulmones e intestinos causando una tremenda infección. Se anunció, incluso, su muerte. Miles de fans esparcieron su histeria por las redes sociales y decenas de reporteros corrieron a la morgue de Los Ángeles. Pero cuando esperaban ver salir el cuerpo de la estrella del pop, los forenses explicaron que el fallecido era un mexicano común y corriente de nombre Luis y de apellido Miguel. El cantante, mientras tanto, disfrutaba de unas vacaciones no muy lejos de ahí, en Santa Bárbara, California. Meses después, en otoño de ese mismo año, Luis Miguel citó a los medios en el Cesar's Palace de Las Vegas para presentar su nuevo disco y, entre risas, fue contundente: “Estoy encantado de estar vivo. Mis fans no deben creer todo lo que se dice sobre mí. Es lamentable lo que se hace para vender revistas y subir audiencias”. Entre risas, también, comenzó este 2012 el verano austral en Sudamérica. El pasado mes de febrero, antes de inaugurar en Chile el festival de Viña del Mar, llegó en su avión privado a Punta del Este (Uruguay) y se hospedó en la suite más cara del Hotel Casino Conrad: 6100 euros por noche, 600 metros cuadrados en los pisos 16 y 17 del edificio, amplia terraza con vistas a las playas Mansa y Brava y, al fondo, a la isla Gorriti.
Estuvo acompañado por su representante, una asistente y dos guardaespaldas. Pidió que la habitación tuviera una temperatura de 23 grados, velas con aroma a vainilla, flores y, cómo no, botellas de tequila añejo. Dio un mini-concierto en el mismo hotel y se dispuso a descansar, comer mariscos e, incluso, a “probar suerte” en la ruleta de una sala de juego.
Estoy encantado de estar vivo. Mis fans no deben creer todo lo que se dice sobre mí. Es lamentable lo que se hace para vender revistas y subir audiencias
Fueron cinco días sin hijos y sin novia entre las arenas, las aguas y el furioso sol del balneario más exclusivo del cono sur. Así que cuando Luis Miguel llegó a Chile para enfrentarse al monstruo de la Quinta Vergara, como llaman al público del festival de la canción de Viña del Mar, lucía más colorado que bronceado. Habían pasado 18 años desde la última vez que se subió a ese escenario. Fue en 1994, cuando él tenía 24, el porte de galán de telenovelas y una sonrisa perfecta que encandilaba a sus seguidoras. Entonces era joven, aunque no demasiado: llevaba 12 años de carrera y había pisado el escenario de Viña del Mar en dos ocasiones anteriores, causando el mismo furor que esta vez. Y ahora, en febrero de este año, con más de 100 millones de discos vendidos, una fama desbordada, la figura cada vez más gruesa, una frente más amplia y un traje negro, repasaba sus 30 años de trayectoria musical. Después de dos horas de concierto (por las que cobró un millón de dólares o, lo que es lo mismo, 810.000 euros), el público exigió con fervorosos gritos y aplausos que le dieran todos los galardones: Gaviota de Plata, Gaviota de Oro y, por primera vez en toda la historia del festival, Gaviota de Platino.
Luis Miguel, Luismi, El Sol de México, el cantante latinoamericano más importante, está acostumbrado a seducir y dominar a la multitud con su repertorio
Luis Miguel, Luismi, El Sol de México, el cantante latinoamericano más importante, está acostumbrado a seducir y dominar a la multitud con su repertorio. Es un público que ha crecido con él y ha heredado la idolatría a sus descendientes. Es un público, sobre todo, al que no le importa la “distancia y frialdad” que interpone el cantante: sobre el escenario solo dice una o dos frases para “mimarlos”, no da entrevistas, no realiza firmas de autógrafos, no va a los platós de televisión y trata, a veces en vano, de proteger y no compartir su intimidad. En 1982 grabó su primer disco: 1+1=2 enamorados. Tenía 12 años, pero a los directores de cine eso no les impidió llamarlo y hacer con él un par de películas. Pero lo suyo era la música.
En 1985 ganó el primero de los 10 Grammy con los que cuenta hasta la fecha. Su pop juvenil y sus baladas comenzaron a ser aclamadas en todo el mundo hispano. Sus giras se volvieron maratónicas y los rumores, estridentes: que su padre lo explotaba y que se gastaba al instante todos los millones que ganaba su hijo. Que su madre despareció, tal vez estaba muerta, internada en un hospital psiquiátrico o ejerciendo la prostitución. Que al tener disponible a cualquier chica no le importaba ir dejando hijos por doquier. Que pedía varios tanques de oxígeno para recuperarse al final de sus conciertos. Que había muerto después de “un estiramiento facial y una liposucción”. Con el comienzo de los años 90 llega su primer disco de boleros: Romance.
Y, a partir de entonces, con la colaboración de Armando Manzanero, patriarca del género, seguirá en esa línea musical hasta que la crítica lo acuse de autoplagiarse una y otra vez. Después cantará con los mariachis para demostrar que, aunque ya no vive en su país, sigue llevando a "México en la piel." Se hablará hasta la saciedad de sus relaciones sentimentales con Stephanie Salas, Maria Carey, Myrka Dellanos, Aracely Arambula, Daisy Fuentes y Brittny Gastineau (con quien, según se especula, podría casarse en breve). No se sabe con exactitud si Luis Miguel está disfrutando el verano (ahora boreal), como acostumbra: en Los Cabos, Miami o Acapulco, en compañía de su selecto círculo de amigos, su novia y sus tres hijos. Se sabe, en cambio, que en septiembre reanudará su Tour 2012, con el que ya pasó por España en mayo, y que en octubre romperá un récord al efectuar cinco presentaciones consecutivas con lleno total en el Estadio GEBA de Buenos Aires. Y que, dicho sea de paso, sigue muy vivo. EL PAÍS,
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