Indígenas colombianos resisten entre dos fuegos
Esta entrada ha sido escrita desde Colombia porWalden Alberto Borja.
Hace dos semanas circuló por la red la foto de arriba, en la que un grupo de indígenas Nasa del suroccidente de Colombia cargaba a un soldado del Ejército de su país y lo expulsaba de su territorio. Esta foto, motivo de escándalo en Colombia, fue publicada con subtítulos como “humillación a nuestros soldados” o “humillan a los héroes que garantizan la soberanía de Colombia”, entre otros. Demostrando otra vez que una imagen vale más que mil palabras.
A la publicación de estas fotos y a las manifestaciones de apoyo a las fuerzas armadas por parte de los principales medios de comunicación en Colombia, siguió una intensiva arremetida mediática gubernamental acerca de la infiltración, organización o alianza entre los indígenas y la guerrilla de las FARC, grupo armado con el que el Estado sostiene una guerra que dura ya 50 años.
Infortunadamente, lo que aquellas fotos no decían por sí mismas era que la movilización indígena estaba dirigida no solo hacia el ejército colombiano sino también hacia la guerrilla de las FARC; que es la respuesta de un pueblo victimizado pero organizado; y que en contraste con de los más de 4 millones de desplazados internos en Colombia, la segunda mayor población desplazada interna en el mundo, esta comunidad dice “nosotros no nos vamos, esta es nuestra casa, se van ustedes señores de la guerra”.
Para valorar la movilización del pueblo Nasa, habría que mencionar hoy hay 64 pueblos indígenas colombianos en peligro de extinción física y cultural por el cóctel de conflicto armado, megaproyectos de infraestructura y usurpación de tierras (según cifras oficiales serían “solo” 34 de los 102 pueblos existentes), y que de los resultados de las mesas de diálogo hoy reunidas entre el gobierno y las organizaciones indígena del Cauca dependerá en gran parte la suerte de las reivindicaciones históricas de los pueblos originarios.
Una fotografía sin palabras que la expliquen, interpreten, decodifiquen, puede ser la excusa perfecta para repetir estereotipos, prejuicios o estigmas, con graves consecuencias para los directamente involucrados. Por esta razón, el verdadero valor de la movilización indígenas en medio de una nueva fase de la confrontación bélica en Colombia que, más allá de las ventajas estratégicas que el Estado parece reclamar con razón, debemos leerla en clave de autonomía, dignidad y pacifismo.
En medio del peligro que esta movilización implica para las comunidades indígenas y sus líderes, más aún cuando a los fusiles, bombas y granadas se les contrapone un bastón de mando tradicional, también puede abrirse la posibilidad de que el Estado colombiano y la comunidad internacional empiecen a entender que los territorios ancestrales no son solo escenarios de guerra, sino espacios de construcción de paz, garantizando los derechos de las comunidades ancestrales, respetando el Derecho Internacional Humanitario, en particular el convenio 169 de la OIT, el principio de distinción, y a partir del reconocimiento de las autoridades tradicionales y del respeto a los bienes civiles delinear una nueva forma de ejercer la soberanía nacional.
Los indígenas del Cauca son parte de ese porcentaje de la población que continúa sufriendo el impacto del conflicto armado, para ellos el día a día se parece al de cualquier país del mundo en guerra, en el cual los disparos, los morteros, las heridas o la muerte están presentes. Por esta razón, tiene sentido que ellos estén pidiendo el disfrute de sus derechos, así como la mayoría de los colombianos pueden hacerlo, fuera del conflicto.
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