Sobre el aborto
Tengo un hijo discapacitado. Tiene 38 años y padece una parálisis cerebral infantil por un traumatismo del parto. Cuando el neurocirujano me preguntó si le autorizaba a operar a vida o muerte pese al riesgo de secuelas, dije que sí. Mi hijo tenía tres días y lo había visto mamar y llorar y dormir. Naturalmente que queremos a nuestro hijo, pero nadie que no haya pasado por esto sabe lo que es tener un hijo así. Con todo, la pregunta que más me hace sufrir es: ¿qué será de él cuando no estemos nosotros? A menudo pienso que si hubiera sabido lo que sé es muy probable que la respuesta al doctor hubiera sido no.
No sé si el ministro Gallardón tiene alguna experiencia de este tipo en su familia ni si prohibiría abortar a su mujer o a una de sus hijas (si tuviera hijas) en el caso de que el feto tuviera malformaciones, como pretende imponer a todos los españoles; o si hubieran sido violadas o existiera riesgo para la vida de la madre. No sé si el ministro Gallardón sabe que los discapacitados no disfrutan de los mismos derechos que el resto de los españoles, puede que estén escritos sobre el papel pero la realidad es bien distinta.
Quizás lo que le ocurre al ministro es que tiene un problema de conciencia: cada vez que su jefe Rajoy o su compañera Cospedal hablan de la herencia recibida, él se esconde en su escaño por la monumental deuda que dejó en Madrid cuando era alcalde. Así que se presta a lanzar el debate sobre el aborto, aunque no toque, a ver si nos olvidamos de la prima de riesgo, del paro y del rescate. Yo le pediría que deje la ley del aborto como está y se ocupe de lo suyo que es mejorar y modernizar la justicia en este país.— Manuel Navarro.
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