Tita y la "imbécil"
"Tú ponte en el pellejo de la baronesa. Estás tan pancha con 25 millonazos más de 'cash' en el banco y viene la niña mimada de tu difunto esposo a aguarte la fiesta poniéndote a parir en el periódico"
A veces, pocas, hay justicia poética. Estaba yo sufriendo en silencio un chorreo de la autoridad competente –que qué es eso de tanta choni y tanto me la suda la Eurocopa, que qué lenguaje es ese, que me corte un pelo por la cuenta que me tiene– cuando va Tita, llama imbécil a su hijastra Francesca, así, con todas las letras, y pone las cosas en su sitio. Si a la baronesa viuda Thyssen-Bornemisza se le enciende la boca y le suelta esa fresca a la archiduquesa consorte Habsburgo-Lorena, las dos tan viajadas, tan finísimas y tan multimillonarias, ¿cómo no va a ser ordinaria mi menda, que no ha salido en su puta vida de la periferia?
Tita la ha liado parda vendiendo un constable de su colección privada. Mientras ella arguye que lo siente, pero no le quedaba otra antes que pedir fiado en el Dia, otros la acusan de usar un museo pagado por los contribuyentes de escaparate para sus tejemanejes. Hasta Wert está que trina, con lo que es él de discreto y diplomático. Yo en los pollos de Estado ni entro ni salgo, que estoy a ver si me llama Moragas para pinche de cocina en Moncloa, pero en la gresca de divas Thyssen, soy más de Tita que de Francesca.
Tú ponte en el pellejo de la baronesa, que anda que no tiene, por mucho bótox que se meta. Estás tan pancha con 25 millonazos más de cash en el banco y viene la niña mimada de tu difunto esposo a aguarte la fiesta poniéndote a parir en el periódico. Porque la que disparó primero fue Francesca. En inglés, de acuerdo, pero le dijo a su madrastra de todo menos bonita. Que no tiene ni idea de arte, que solo se mueve por dinero, que va de Madonna por la vida, y que, si no fuera por papá Heini, no tendría más título que el de Miss España 1961. Así, con todas las cifras. No me digas que, al lado de ese golpe bajo, llamarla imbécil no es de una elegancia exquisita.
Como si Francesca hubiera salido descalza del Pacto de Basilea, la cumbre en la que se repartió la herencia del barón en vida. A los 54 tacos, nos sale la huerfanita con que solo pretende defender la memoria de su padre y los intereses de los españoles. Puro amor al arte, vamos. Y voy yo y me lo creo. De los cuadros que vendió por un pastizal nada más morir el viejo no dice ni media. Ni de su isla en el Adriático. Ni de que su título de archiduquesa austrohúngara procede de su marido, Carlos de Habsburgo, del que está “amistosamente separada desde 2003”, según Wikipedia. Vale que ella tiene un abuelo político beatificado por Juan Pablo II, pero la que asistió al barón en el lecho de muerte fue Tita.
Y que conste que yo no soy nadie para juzgar a ninguna. Si vamos al pasado, todas tenemos uno. ¿A quién no la han pillado en bragas, o sin ellas, si me apuras, algún día tonto? Y sobre lo de ordinarias, aquí malhabladas somos todas. Conozco a varias madres de la patria a las que no se les cae el coño de la boca, y no miro a nadie, Esperanza. Al final, la más fina va a ser Blanca Cuesta, la última Thyssen consorte, de momento. Desde que Borja y ella cambiaron de asesora de imagen y decidieron repoblar el mundo, se pasa la vida preñada, y ha cambiado los shorts a ras de ingles por camiseros y premamás de mercadillo. Lo único, que creo que está rodando un reality rollo Kim Kardashian. Lo dicho: chonis hay en todas las clases, se ponga mi jefe como quiera.
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