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Mariela, la segunda revolución Castro

La hija del actual presidente cubano es una activista por los derechos del colectivo LGTB Irrita por igual al sector más cavernario de los exiliados y al más talibán del partido comunista En una polémica visita a EE UU criticó el jueves a la "mafia" de Miami y felicitó a Obama

Mariela Castro, durante el desfile contra la homofobia en La Habana, en el que participaron transexuales, gais y lesbianas, el pasado 12 de mayo. El cartel que lleva demanda la libertad de cinco agentes de la inteligencia cubana presos en Estados Unidos por espionaje.
Mariela Castro, durante el desfile contra la homofobia en La Habana, en el que participaron transexuales, gais y lesbianas, el pasado 12 de mayo. El cartel que lleva demanda la libertad de cinco agentes de la inteligencia cubana presos en Estados Unidos por espionaje.JAVIER GALEANO (AP)

De nuevo el apellido Castro es objeto de bronca en Estados Unidos. Aunque en esta ocasión no son Fidel y Raúl los protagonistas, sino Mariela, hija del actual presidente cubano y sobrina del exmandatario comunista, que desde hace una década lidera en su país la defensa de los derechos de gais, lesbianas y otras minorías sexuales antes marginadas y perseguidas por la revolución. Con un perfil liberal y presencia mediática creciente en la isla, resulta que la semana pasada el Departamento de Estado otorgó a Mariela Castro el visado para asistir a un seminario internacional en San Francisco junto a medio centenar de académicos cubanos. Un cataclismo: los sectores más cavernarios de Miami, como es habitual, pusieron el grito en el cielo, y hasta cercanos colaboradores del candidato republicano Mitt Rommey, con el senador de Florida Marco Rubio a la cabeza, llegaron a describir a la joven Castro como “un brazo armado del régimen” que llegaba para “difundir su propaganda antiestadounidense”. Poco faltó para la acusación de “Obama comunista”, y en medio de tal polvareda muchos en Washington se preguntaron lo mismo que otros antes en Cuba: si el protagonismo de Mariela se debe únicamente al peso muerto de su apellido o hay algo más en esta Castro.

Segunda de los cuatro hijos de Raúl y Vilma Espín, una ingeniera química de buena familia que se sumó a la lucha contra Batista y se alzó en Sierra Maestra, Mariela desembarcó en este mundo en un momento caliente, el verano de 1962, cuando la isla empezaba a llenarse de rampas de lanzamiento y ojivas soviéticas, preludio de la crisis de los misiles que puso al mundo al borde de la guerra nuclear. Su infancia fue intensa pues corrió en paralelo a los primeros años de la revolución, con su padre organizando por todo el país las Fuerzas Armadas y su madre haciendo lo propio con la Federación de Mujeres Cubanas. Sin embargo, a diferencia de la rama de los Fidel Castro, en su casa sí hubo un verdadero ambiente de familia y atención por parte de Raúl y Vilma, que desde el principio actuó como primera dama de la revolución ante la opaca vida privada de su cuñado.

Desde temprano, Mariela destacó entre sus hermanos (Deborah, Nilsa y Alejandro, que es oficial del Ministerio del Interior y ayudante de su padre) como alguien que defendía sus ideas y sabía buscar su espacio propio, a veces con rebeldía, pese a las rigideces del poder. No es casual que eligiera la carrera de Psicología, ni que al terminar entrara como investigadora al Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), institución que lleva dirigiendo desde hace una década.

Su infancia y adolescencia fueron felices, pero coincidió con la peor época del machismo-leninismo cubano, cuando la homofobia fue política oficial y los homosexuales –así como los religiosos y otros “inadaptados”– fueron internados en campos de trabajo bajo régimen militar, la famosa UMAP, en la segunda mitad de los años sesenta. Durante el quinquenio gris, en la década siguiente, los artistas, intelectuales y educadores “desviados” fueron marginados y separados de sus cargos, y se dieron casos de escritores gais que pasaron más de 15 años sin publicar.

“Fue un tremendo error”, ha reconocido Mariela, que ayudó a que su padre finalmente lo entendiera. “Dice que eran todos muy jóvenes, machistas, muy homófobos, y no fueron capaces de darse cuenta del error, del disparate, de la falta de humanidad que podían tener actitudes de este tipo”, afirmó a este diario en una entrevista en 2006.

Desde el Cenesex, y casi siempre enfrentada a los sectores ortodoxos del Partido Comunista, Mariela ha promovido una reforma legal que en estos momentos analiza el Parlamento y que permitiría el matrimonio entre personas del mismo sexo y les garantizaría derechos como el de herencia, además de abrir las puertas al debate sobre el derecho de adopción. En 2008 ya logró que el Ministerio de Salud aprobara la realización gratuita de operaciones quirúrgicas de cambio de sexo –se han hecho alrededor de quince cirugías–, y también consiguió autorización para celebrar cada año jornadas oficiales contra la homofobia, con congas y banderas del arco iris por las calles de La Habana, un sacrilegio ideológico hace nada.

Sus amigos y enemigos coinciden: Mariela Castro tiene carisma propio. Casada tres veces –su actual pareja es un fotógrafo italiano, padre de dos de sus tres hijos–, dirige la revista Sexología y sociedad y es autora de nueve libros. Tiene cuenta en Facebook y en Twitter. En La Habana te la puedes encontrar de noche en un teatro o comiendo en un paladar con su familia. Y los travestis cubanos la llaman “nuestra hada madrina”. Ha dado numerosas entrevistas a periodistas extranjeros, en las que siempre se manifiesta a favor de la apertura económica en su país y no tiene reparos para criticar la falta de libertad de los cubanos para entrar y salir de la isla. Eso sí, defiende el socialismo como modelo para Cuba, pero “uno verdaderamente participativo”.

En el exilio y en la disidencia, sus críticos aseguran que Mariela es la “cara amable” del régimen, pero dicen que ella es parte intrínseca del castrismo y participa en sus campañas de propaganda. Paradójicamente, tampoco dentro del Partido Comunista el sector talibán la ve con confianza ni traga con su “reformita” del matrimonio gay.

Anteayer, en San Francisco, la hija de Raúl Castro explicó sus experiencias al frente del Cenesex durante un encuentro en la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA). Un día antes se reunió con representantes del colectivo LGBT de la ciudad californiana y allí criticó a la “mafia de emigrados cubanos” que trata de “manipular y hacer difícil que EE UU y Cuba tengan una relación”. También felicitó a Barack Obama por pronunciarse a favor del matrimonio homosexual, y dijo que, si ella pudiera, votaría por él para presidente.

En vísperas de la visita, ante las críticas del exilio y la repercusión que tuvo el permiso concedido a la hija de Raúl Castro para participar en el congreso de LASA, miembros del Partido Demócrata salieron a defenderse de los ataques republicanos con el argumento de que durante su mandato George W. Bush discretamente había concedió en tres ocasiones el visado de entrada a Mariela. Tanto en Cuba como en Estados Unidos, algunos consideran que Mariela Castro se ha colado con la bandera gay por la puerta de atrás. Que a lo mejor es la del futuro.

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