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Columna
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De la nada

Quizá pueda haber salidas incluso en lo más negro de la crisis si logramos pensar el mundo de otro modo

Rosa Montero

 Un puñado de profesionales del teatro han puesto en marcha en Madrid un experimento genial que empieza a ser famoso; han alquilado un modesto piso bajo de un edificio antiguo, lo han redecorado y bautizado con el apropiado nombre de La Casa de la Portera y se han puesto a representar allí Iván-Off, una adaptación modernizada de la obra de Chejov. La acción se desarrolla en las dos pequeñas habitaciones de la vivienda; los espectadores, sólo 22 personas, porque no caben más, han de trasladarse de un cuarto al otro al cambiar de acto. Estuve el otro día y el resultado es prodigioso. Los actores y actrices son espléndidos, la arriesgada proximidad galvanizante, la versión a la vez conmovedora y muy divertida. Se trata de un teatro pobre, por lo baratísimo de la producción y porque no se van a hacer ricos con ello; pero derrochan talento, que es algo que cuesta poco y vale muchísimo.

Vi Iván-Off al día siguiente de que se publicaran las cifras de los 5,6 millones de parados y los 1,7 millones de hogares carentes de ingresos. Y, ante la congoja de esos números terribles que caen sobre nosotros como guillotinas, el ingenio de La Casa de la Portera para saber adaptarse a los malos tiempos me resultó muy consolador. Quién sabe, quizá pueda haber salidas incluso en lo más negro de la crisis si logramos pensar el mundo de otro modo. Pero ojo, esto hay que decirlo con cuidado; verán, hace poco escuché una aguda observación sobre los enfermos de cáncer: “Me irritan los que sostienen que te curas si eres lo bastante optimista, como si encima de tener un tumor tuvieras que estar siempre animoso y no curarte fuera culpa tuya”. Pues lo mismo: a ver si los parados encima van a tener la culpa por no ser lo suficientemente imaginativos para reinventarse. Pero, dicho esto, ¿no es un alivio comprobar que se puede crear trabajo (y belleza) de la nada?

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