Un catalán en la corte
Boadella es un catalán asentado en Madrid, un mago del arte escénico, que se ha establecido aquí porque en su tierra se le maltrataba y perseguía
¿Quién no ha tarareado alguna vez Por el humo se sabe dónde está el fuego? ¿O aquello de Ven, madrileña guapa, que en esta capa cabemos los dos? ¿Y a quién no le suena la pícara Canción del arlequín, de La Generala, divertida opereta donde la señora de un general enloquece a un príncipe y le hace olvidar a su novia, tema hoy tan de actualidad, comparando al hombre con “un muñequito de cartón” al que “con el son que queremos que baile las mujeres le hacemos bailar”? Pues La Generala y, sobre todo la popularísima Doña Francisquita, que contiene un precioso canto a Madrid, son obras de un músico catalán llamado Amadeu Vives i Roig, nacido al pie de Montserrat y autor de himnos catalanes tan conocidos en su tierra como Dolça Catalunya, patria del meu cor (Dulce Cataluña, patria de mi corazón) y La Balanguera (La hilandera) que hoy es nada menos que el himno de las Islas Baleares.
Esta emocionante y agridulce historia, ilustrada con todas estas romanzas y muchas otras en vivo y en directo, nos la ofrece Albert Boadella en el originalísimo musical Amadeu (sin duda el autor-director ha aprovechado la coincidencia con el nombre de Mozart y el título de la pieza de teatro biográfica del genial salzburgués), que nos ofrecen los Teatros del Canal. Aunque la representación tiene mucho en común con las de los Joglars, la legendaria compañía de este mismo director, aquí Boadella ha trabajado con actores, coros y orquesta diferentes. Fundada els Joglars en 1962, al principio los actores actuaban exclusivamente como mimos, probablemente para mejor sortear la censura franquista, que, aunque no decían palabra, los escuchaba muy de cerca. Muchos recordamos con agradecimiento aquellas comedias mudas, llenas de mensajes subliminales, que entusiasmaban y hacían reír, y que al régimen de Franco le inquietaban profundamente.
Aunque hoy los actores dirigidos por Boadella hablan, y vaya si hablan, el director ha conservado una enorme capacidad para la mímica y la plástica. Boadella, pone el alma y los cinco sentidos en todas sus representaciones; pero aún más en Amadeu porque sin duda, el director se ve reflejado en el protagonista. Boadella, como Vives, es un catalán asentado en la villa y corte, un mago del arte escénico, que se ha establecido aquí porque en su tierra se le maltrataba y perseguía. Vives vino a Madrid porque, al haber en la villa gran afición a la zarzuela, aquí triunfó y se hizo rico. Pero su música dejó de interesar en Cataluña donde el olvido es hoy tal que sus huesos han estado a punto de ir a parar a una fosa común por impago de los derechos de sepultura y el desinterés de su pueblo natal, Collbatò, por acogerlos en su camposanto.
A Boadella le echó de Cataluña el poder político, que boicoteó a su compañía hasta hacerle la vida imposible
Boadella se instaló en Madrid: porque le echó de Cataluña el poder político, que boicoteó a su compañía hasta hacerle la vida imposible. En Checoslovaquia a un director de teatro que fue héroe de la resistencia a la dictadura comunista, Vaclav Havel, le eligieron presidente de la república. En Cataluña a Boadella, con parecidas credenciales, no pararon hasta que se fue. Y no son los de Vives y Boadella los únicos casos. La pasión política produce estas aberraciones. A Boadella, se le maltrató en Cataluña por no ser nacionalista y por ridiculizar al sin par Jordi Pujol, que aguanta pocas bromas. El ex-honorable ha expulsado de Cataluña a dos personas que se reían de él: Boadella y Aleix Vidal-Quadras, a éste con la inapreciable ayuda de José María Aznar; pero ése es otro tema. La historia de esta persecución está muy graciosamente narrada por Boadella en un libro cuyo título lo dice casi todo: Adiós, Cataluña. Es de suponer que la eñe haya sido la última ofensa.
Pero Boadella es muy catalán y sin duda siente hacia su tierra una profunda añoranza (del catalán enyorança). Ha dedicado obras a catalanes como Pujol (Ubu President), Dalí (Daaalí), Pla (Dr. Floit y Mr. Pla), el bandolero Serrallonga, y ahora Vives, y satirizado a muchos otros, como Tàpies, Adrià o Pasqual Maragall, amén de políticos como Franco, Felipe González, o Zapatero. Pero con Franco y con Pujol pinchó en hueso.
Para Boadella, naturalmente, ser catalán no significa no ser español, al contrario: los catalanes son tan españoles como los primeros. Alguien dice al final de Amadeu: “No hay nadie más español que un catalán”. Y tiene razón: hasta la palabra “español” es catalana y los primeros que se llamaron españoles fueron los catalanes medievales que cruzaban los Pirineos y a quienes los occitanos llamaban espanhols, porque venían de Hispania o Espanha.
En resumen, Amadeu es la culminación de la obra del mejor director teatral que tenemos hoy en España, como Vives fue el mejor músico teatral en la España de su época. Con Amadeu Boadella nos hace reír, pero a veces nos pone un nudo en la garganta. Y nos deleita los oídos con una música preciosa. Puro teatro. La vida misma.
Gabriel Tortella, profesor emérito de la universidad de Alcalá, es escritor, economista e historiador.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.