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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacto poco reversible

El acuerdo privado con la quita de Grecia dota al segundo rescate europeo de gran solidez

Una abrumadora mayoría de acreedores privados de Grecia ha dado su visto bueno a la quita en el valor de sus bonos que permite a ese país poner en marcha su segundo paquete de rescate. Es una buena noticia para Grecia, pues ahuyenta la pesadilla de un impago desordenado. También es una buena noticia para la UE, puesto que ha demostrado que la opción más dura, la quiebra de Atenas y la ruptura del euro, no era inevitable. Y lo es asimismo para la economía mundial, cuyos pronósticos de desaceleración no van a empeorar por ello.

Es paradójico que la gran operación del segundo rescate público dependiese del acuerdo de las entidades financieras privadas sobre una amplia quita de su deuda, cuando fue la decisión de implicarlas lo que disparó todas las alarmas. Pero los privados han concluido, al cabo, que un mal menor era necesario, y en todo caso, preferible a cualquier otra hipótesis.

De modo que, según solemnizó ayer el Eurogrupo, la disponibilidad del paquete de ayuda pública, por 130.000 millones de euros, está garantizada. Pese a todas las críticas que puedan suscitar los reiterados retrasos registrados, desde el pasado julio, el caso es que se ha abierto al fin paso la mayor operación de rescate allá donde alcanza la memoria.

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Importa relativamente poco que la dimensión del mismo pueda incluso resultar insuficiente, y que en poco tiempo se acredite la necesidad de incrementarlo en unos 50.000 millones, como se ha sugerido desde Alemania. Porque lo decisivo es que la UE lleva ya comprometida en Atenas la notabilísima cantidad de 200.000 millones de euros, aproximadamente. Y si la cantidad es indicio de calidad, parece evidente que el conjunto de Europa se ha comprometido con Grecia a unos niveles difícilmente reversibles.

Podrá pues criticarse el ritmo, la argumentación o las modalidades de la ayuda, pero de ninguna manera el alcance de la solidaridad de la eurozona: es objetiva e incontestablemente extraordinario.

La culminación del rescate, a expensas de algunos flecos técnicos menores que no debieran cuestionarlo, alivia también la presión del eventual contagio a los países vecinos. Sólo falta ahora que de la estrategia defensiva frente a la crisis de la deuda soberana se pase a la ofensiva en favor del crecimiento económico de los países en dificultades. Y de toda Europa.

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