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Columna
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Despertares

Es cuando veo la pesadilla durante todo el año que se desarrolla en la vida real, cuando me aferro a los despertares que vamos produciendo de un tiempo a esta parte

Cuando contemplo a la ministra de Empleo y Desazones en trance de capturar imágenes de quienes se dedican al noble oficio de fotografiar, teniendo a su lado al ministro de Todos a los Toros, recién pronunciado acerca de “quienes infringen la ley” —por lo de Valencia—, tengo la impresión de que me he muerto y de que estoy visitando mi antigua casa, el Parlamento, que ha sido ocupado por los probos Deetzes. Y pienso que, para que se vayan, tendré que recurrir a Beetlejuice.

Lo asombroso no es que eso lo piense yo, que al fin y al cabo soy una cinéfila tarada. Lo maravilloso es que también actúe como de ultratumba el responsable de la policía que daba golpes con el puño en la mesa mientras, alto y claro, identificaba al feroz enemigo. Si vuelven los fantasmas ¿por qué no también Billy el Niño? No el de la película, sino el hábil maltratador de comisarías profundas, por exponerlo en términos suaves. Aunque, como dice una amiga, no des ideas, que igual te hacen caso.

Pero a las damas y caballeros del ropero que ahora ocupan la mansión de Alec Baldwin y Geena Davis les falta el punto gótico de Tim Burton, y más bien parecen extras de una película de Juan de Orduña, remozados por el departamento de levitas y trajes de chaqueta de Garci.

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Es cuando veo la pesadilla durante todo el año que se desarrolla en la vida real, cuando me aferro a los despertares que vamos produciendo de un tiempo a esta parte. El pasado domingo, los chicos de Valencia —benditos sean los chicos y chicas de la Enseñanza Pública—, y hasta ese viejo cocodrilo que les identifica como el enemigo.

Pues sí, señor. Cuando despertéis, el enemigo seremos muchos. Muchos.

Y podréis inmortalizarnos con vuestras modernas cámaras fotográficas.

 

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