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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prescribe que algo queda

El juez archiva la causa de los cursos de Nueva York, pero arroja sombras sobre Garzón

Una vez que el ya exjuez Baltasar Garzón ha sido condenado y expulsado de la judicatura por las escuchas en el caso Gürtel, otra condena por cualquiera de las dos causas que le restan carece de efectos prácticos. Este dato objetivo quizá ayude a explicar, junto a las razones jurídicas que puedan sustentarla, la decisión de archivar la causa por los cursos de Nueva York adoptada por su instructor, el juez del Supremo Manuel Marchena, miembro también del tribunal que condenó a Garzón por las escuchas en el caso Gürtel. Marchena considera prescrito el delito de cohecho pasivo impropio a que quedó reducida su investigación tras dos años de intensas pesquisas.

La prescripción puede resultar un alivio para Garzón, en el sentido de que se libra de otra posible condena, pero su efecto puede ser peor. El auto de archivo proyecta serias sombras sobre su imagen profesional, al dejar en el aire la sospecha de que consiguió determinados patrocinios económicos para los cursos de la Universidad de Nueva York por ser juez de la Audiencia Nacional. Y frente a esa sospecha Garzón queda indefenso, al no tener forma de combatirla en un juicio al menos con las pruebas que Marchena le denegó en la instrucción.

Una de las cosas más llamativas de la causa por los cursos de Nueva York contra Garzón es que el instructor no ha logrado encontrar rastro de los delitos objeto de la querella que la provocó: que el entonces juez de la Audiencia Nacional prevaricó a favor de Emilio Botín, archivando una querella contra el banquero en pago de su patrocinio económico a los cursos de Nueva York. El instructor aduce ahora que eso es imposible porque la Sala Penal de la Audiencia Nacional confirmó como ajustado a derecho ese archivo. Eso ya se sabía cuando se interpuso la querella contra Garzón, lo que cuestiona todavía más el acierto del Supremo en admitirla a trámite.

Marchena no ha podido hallar indicios de que Garzón se dejara comprar por Botín —prevaricación y cohecho propio—, pero ello no le ha impedido sacar la conclusión —como si tuviera poder de introspección sobre la mente del exjuez— de que su forma de corresponder —ser agradecido— fue no abstenerse de tramitar la querella contra el banquero. Y a falta de delitos mayores, seguir indagando hasta tropezar con un difuso cohecho pasivo impropio del que Garzón no podrá defenderse. Pero algo han conseguido quienes se querellaron contra él.

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