La justicia sensible
Cuando la Justicia se acerca a la calle, el ciudadano lo celebra. Así ocurrió en la apertura del Año Judicial, en la sede del Tribunal Superior del País Vasco, con una sucesión de intencionados discursos que reflejaron, sobre todo, sensibilidad. En un acto de carga simbólica, que contó con la inédita presencia del lehendakari, Patxi López, las fuerzas militares presentes escucharon del Fiscal jefe que la Justicia sabrá ser generosa con aquellos miembros de ETA que pidan la disolución de la banda terrorista. Y delante de quienes administran sentencias, Juan Luis Ibarra apeló a la defensa de la dignidad humana en quienes sufran los efectos de la crisis económica. Nadie se pudo sentir indiferente.
La Justicia se incorporó con voz propia a la trepidante sucesión de acontecimientos a la que se asiste en el entorno de un futuro de paz en Euskadi. Lo hizo, además, desde la autoridad que le confiere haber aplicado la ley contra el terror bajo la sombra de la amenaza y, en ocasiones, derramando su propia sangre. Por eso adquiere una mayor dimensión la apelación a la valentía hacia los etarras y el llamamiento a la responsabilidad de la izquierda abertzale que hizo Juan Calparsoro en su estreno, ofreciendo generosidad a cambio. El Fiscal jefe prefirió eludir el tedioso relato de la tradicional retahíla de actuaciones a la que los jueces se ven obligados a librar en cada ejercicio y entroncó su discurso en las ansias de libertad a la que se espera con la mano tendida. Incluso, no se entretuvo en exceso en reivindicaciones materiales pero sí reclamó, para quien le quisiera entender, la conquista de competencias que permitan dilucidar los delitos cometidos en Euskadi sin necesidad de llevarlos a Madrid.
Es muy posible que Txema Fínez, a quien se recordó en el primer aniversario de su muerte, se hubiera sentido satisfecho al escuchar cómo Ibarra reclamaba una conciencia social en las sentencias para entender los efectos de la crisis económica. La visión humanista del presidente del TSJPV llegó nítida y quizá por eso al propio lehendakari no le costó adaptarse a la exigencia de que es de justicia habilitar fórmulas de mediación que eviten el desahucio humillante.
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