Lo insostenible


En Contra el cambio (Anagrama), el periodista argentino Martín Caparrós relata su “hiperviaje al apocalipsis climático”, un recorrido por cuenta de la ONU –que, por cierto, no sale muy bien parada- para visitar diez lugares de diferentes continentes amenazados por el calentamiento global. El resultado es “una crónica que piensa, un ensayo que cuenta”, un libro irritante y fascinante que pone a Occidente ante sus contradicciones y se arriesga a pensar desde cero los consensos menos cuestionados.
Primera estación, Hawai: “En Waikiki, la arquitectura es una mezcla de todos los estilos –una copia de todos los estilos: francés, toscano, chino, japonés, incluso rancho americano-, construidos en ese material que parece carbón, y debe serlo. Ese material tan perfectamente moderno que reconoce que las cosas no deben durar más de lo necesario para volver a entrar en el ciclo del mercado. Un material que incluye desde el principio su propia pátina, porque sabe que no va a durar el tiempo suficiente para conseguir una”.
Segunda estación, Nueva Orleans: “En Hawai mostraban cómo podían intentar que lo nuevo pareciera viejo; aquí en Nueva Orleans intentan que lo viejo parezca nuevo”.
Tercera estación, Al Gore en el Senado: “Los americanos son expertos en el arte de creer que las cosas no producen efectos duraderos. Salvo, claro, algunos, ahora, el cambio climático. Quizás por ero lo retomaron ellos, tipo Gore: para abrir el paraguas, para tratar de manejarlo a su manera. Al Gore era vicepresidente de los Estados Unidos en 1997 cuando, meses antes de la reunión de Kioto, dos senadores americanos, un republicano y un demócrata, propusieron una resolución para definir que su gobierno debía rechazar cualquier reducción de sus emisiones si los países “en vías de desarrollo” no hacían lo mismo”. La resolución salió adelante por 95 votos a 0. ¿La razón? Si firmaba Estados Unidos pero no los países ahora llamados emergentes, la situación sería “muy dañina para la economía norteamericana”. ¿Muy dañina para el medio ambiente? No, muy dañina para la economía.
De datos como estos está lleno Contra el cambio. Con un estilo contundente como un martillo pero punteado de un humor quirúrgico, Caparrós recorre el mundo para darse de bruces con una verdad incómoda: ¿cómo hablar de ecología a alguien que necesita explotar la naturaleza para no morir de hambre? El hambre es, justamente, lo verdaderamente insostenible, el “hecho histórico”. Aunque no es lo mismo una sequía en Australia que en Níger, el clima es una amenaza universal, “democrática”. El hambre no. El hambre es, más bien, “el precio necesario –y tampoco tan caro- que los países ricos están dispuestos a pagar para mantener su tren de vida. Porque, de todos modos, no lo pagan ellos”. La distancia entre clima y comida explica muchas cosas de la agenda política mundial. “En general”, dice Caparrós, “el desastre de nuestras sociedades nunca vino de una hecho que las arruinara, sino de la construcción que las sustenta”. La construcción. Entre “sin techo pero con coche” y “pobres pero limpios” hay dos campos semánticos que no cambian.
Contra el cambio está plagado de observaciones y reflexiones que surgen al hilo del viaje y van y vienen a los argumentos centrales. Una visita al propio Níger, por ejemplo: “En una ciudad tan pobre no hay espacios públicos para los ricos. Solo espacios privados: sus casas, sus refugios –que, por supuesto, hacen todo lo posible por abstraerse del entorno. El espacio público caro –restoranes, bares, lugares de compras- es una conquista de la clase media. Vieja historia: los comedores más o menos elegantes aparecieron en Francia es la época de la revolución, cuando los burgueses más o menos pequeños trataron de acceder –por un rato, una noche, una comida- a los mismos placeres que los aristócratas gozaban todo el tiempo. Lo mismo que sucedió, décadas después, cuando aparecieron los hoteles distinguidos. Aquí, donde no hay clase media, no hay de eso”.
Un libro con el que no hace falta estar de acuerdo. Mejor, un libro que pide a gritos que se discuta con él. Un libro para seguir pensando.
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