"Hija, ¿has mandado el currículum?
Nuestra esperanza se desesperanza entre ofertas de becarios y prácticas. No encajamos. Nuestra formación, nuestro esfuerzo no encaja en esta sociedad, en este país
"¿Has mandado el currículum?". Parece mentira, pero mi madre insiste en hacerme la misma pregunta cada vez que hablamos por teléfono. Y ella sabe que lo he mandado hasta la saciedad a todas las productoras, televisiones, radios, periódicos, empresas de organización de eventos y un largo etcétera de este país y parte del extranjero. Pero es su manera de motivarme a no cesar en mi empeño de encontrar un empleo digno. Ya no hablo de un empleo acorde a mi formación o a mi categoría profesional. Sé que esa es la lotería de mi generación, y muy pocos llevamos los números ganadores.
A mis 27 recién cumplidos, con un MBA, una licenciatura en Comunicación Audiovisual, especializada en Producción, recuerdo con nostalgia cuando en 2005 terminé mi carrera como Premio Extraordinario de Licenciatura, y a la salida del acto, los padres de algunos compañeros le decían a los míos: "No sabéis la suerte que es terminar la número 1. No le va a faltar el trabajo".
Y la verdad, he trabajado, pero me costó más de 7 meses incorporarme al mercado laboral, empecé a trabajar en febrero de 2006 sin contrato, más horas que un reloj, de 9-21 por 600 euros. Gracias a un inspección de trabajo me hicieron contrato y me subieron a 800 euros, por aquello de dignificar. Tras casi 5 años he contribuido con mi trabajo a un cambio radical en mi compañía, he subido de categoría profesional, de ayudante a jefa y por extensión a manager de Relaciones Internacionales...Chica para todo al mismo precio.
Desde octubre de 2009 vivimos con el MIEDO en el cuerpo. Sí, miedo en mayúsculas, la eterna amenaza de que a ver si cobraremos este mes...y a principio de año nos bajaron el sueldo a todos un 30%. Y a la vuelta de mis vacaciones forzosas se avecina mi despido... A PLAZOS... Así que me veo en los juzgados luchando no solo por lo que me pertenece, sino también por mi dignidad y la de mi familia. Sí, la de mi familia, porque yo, como muchos otros, he podido estudiar gracias al esfuerzo de mis padres, que se hipotecaron para pagarme mis estudios, se hipotecaron para darme un futuro ahora muy incierto.
Escuchas hablar del estado del bienestar laboral, de la reforma laboral, de porcentajes de paro...
Compartes con amigos los mismos problemas, los mismos miedos, las mismas frustraciones y ves con desolación que todos tenemos la misma tristeza, la misma mirada de desconsuelo. Y aún así sigues estudiando, y haces el esfuerzo y estudias un máster (que nadie se olvide de que la formación en este país se paga, no es gratuita) y tienes que escuchar con recochineo las declaraciones de quienes te representan diciendo que "una persona cuando está formándose está trabajando para un país". La realidad es bien distinta, nosotros, la generación perdida, como nos han bautizado, somos los más preparados de la historia de nuestro país y nuestra esperanza se desesperanza entre ofertas de becarios, prácticas y ejecutivos seniors. No encajamos. Nuestra formación, nuestro esfuerzo no encaja en esta sociedad, en este país. Ya no estamos para ser becarios, para trabajar por 300 euros jornada completa. Tampoco encajamos entre la élite de los seniors... Así que ¿qué nos queda?
En el horizonte atisbo algunos ideales ya perdidos, recuerdo sueños antiguos: tener una casa, un piso, formar mi propia familia. Y mientras tanto trabajo en mi plan B, quizá lejos de nuestras fronteras.
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