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"Lou Dobbs, ¡eres un peligro para los latinos!"

Se multiplican las señales de intolerancia, poniendo a prueba la vocación tolerante de los demócratas

Son los matices los que nos ponen a prueba, pero hay que darles oportunidad.

CNN, la cadena de noticias, está sometida a un bombardeo -o, para ser precisos, un nuevo bombardeo-. En la mira: Lou Dobbs, controvertido conductor titular del programa nocturno del mismo nombre. Asociaciones de Latinos, en defensa de los inmigrantes, exigen a CNN el cese de Dobbs. Cargos: incitación al odio racial y clasista. La red de organizaciones pro latinos, BastaDobbs.com, denuncia que este conductor "echa mano de información errónea y exagerada para difundir mitos sobre los inmigrantes y los latinos, promueve teorías de conspiración para aumentar el miedo frente a estos grupos sociales y da tiempo aire a grupos extremistas". En resumen, éstas -más otras organizaciones, molestas porque el conductor ofrece espacio a las intrigas que cuestionan la nacionalidad del presidente Obama-, espetan: "Lou Dobbs es un peligro para los latinos y debe salir del aire". Simple as that. Tienen razón, pero es complicado.

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¿Qué tan intolerantes habremos de ser con los intolerantes?

Una mirada a vuelo de pájaro sobre nuestras inmediaciones debiera activar señales de alarma. En aras de mantener la paz, el Gobierno del hondureño Micheletti -ése que sigue argumentando que lo suyo no fue golpe de Estado sino "sucesión constitucional"- ordena en estos días la salida del aire de estaciones de radio y TV simpatizantes con el depuesto Zelaya. Las antenas son desmontadas por quienes arguyen que Canal 36 y Radio Globo son "un peligro para la estabilidad nacional". Y van para fuera. De paso, amenazas de muerte contra comunicadores: Ismael Moreno, sacerdote jesuita y director de Radio Progreso en Honduras, aún puede contarlo. ¿Otros? ¿Por cuánto tiempo más? ¿Cuándo aparecerá el primer justiciero?

Las palabras tienen el peso de su propia materialidad. No se nos olvide.

28 de septiembre: Día Internacional por la Despenalización del Aborto. En México D.F., como en otros lugares del mundo, se suceden marchas y actos de apoyo para quienes luchan por el derecho de la mujer a decidir y a que un acto personalísimo no sea criminalizado. En la Ciudad de México es lunes, y hay demasiados Juanitos, reales y de opereta, que distraen la atención del respetable. Pero por la tarde comienzan a circular las notas de prensa: "feministas marchan a favor del aborto". La reacción desatada en las redes sociales no deja duda del rencor acumulado: "putas asesinas" son sólo algunas de las linduras más leves que circulan por los Twitters, Facebooks, correos electrónicos, foros. Y claro que a esas alturas ya no hay espacio para el matiz: destacar la diferencia entre "ciudadanos a favor del derecho a decidir" y "feministas a favor del aborto" es un acto demasiado sofisticado para los tiempos acelerados y fragmentados en que vivimos.

La interactividad de la comunicación digital es un espacio intenso para la retroalimentación, incluso aquella que es abiertamente destructiva, u ofensiva. Basta leer, por ejemplo, los comentarios a las informaciones que se publican en los portales. Periodistas mexicanos, que lo viven de manera casi sistemática, lo narran: un comentario sobre el otrora candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, por decir algo, desata la furia vengativa. U otro ejemplo: cuando hace muchos meses ya, se anunció la insolvencia de Air Madrid y muchos pasajeros quedaron varados entre España y Argentina, los foros de los principales diarios (incluido EL PAÍS) se transformaron en verdaderos campos de batalla: fuego cruzado entre quienes reclamaban a los "españoles colonizadores y abusivos" y quienes agredían a los "sudacas muertos de hambre". O cuando hace una semana escribí que, según lo que recreaban algunos de nuestros medios de comunicación, México está enojado y frente a un "estallido social", hubo quienes hasta pidieron mi expulsión del país. Hombre, cómo que andamos con la piel muy sensible, ¿no?

Difícil saber escuchar lo que uno no está dispuesto a escuchar. Pluralidad, secularización del saber, democracia, tolerancia... parecían ser algunas de nuestras conquistas en la Modernidad. O eso creíamos.

La elección para suceder a Koichiro Matsuura al frente de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, al Ciencia y la Cultura (UNESCO), recayó hace unos días en la búlgara Irina Bokova. Derrotó al favorito, pero polémico, Faruk Hosni, ministro egipcio de Cultura quien habría declarado en otro momento que "se ofrecía a quemar los libros israelíes que se habían introducido clandestinamente en la Biblioteca de Alejandría". Se retractó, pero no fue suficiente. El bibliocausto no tiene, ni debe tener, simpatías civilizatorias. La memoria es demasiado fresca: Alemania en los 30, Argentina en los 70, y un ignominioso etcétera. Quemar las letras, que son un peligro para el amenazado, como que nos ha quedado demasiado a la mano.

Vivimos momentos encendidos, con el insulto a flor de piel y la descalificación recurrente. Lou Dobbs fuera, porque es un peligro; las televisoras críticas en Honduras fuera, porque son un peligro; las "putas asesinas" fuera, porque son un peligro; las letras incómodas fuera, porque son un peligro. La censura, cuando es políticamente correcta, aceptable; decido yo y mi conciencia. ¿Y dónde quedó el matiz?

Estamos demasiado enamorados de nuestras verdades asumidas. Pero son los matices los que nos ponen a prueba. Nada más que estamos eliminando los resquicios para los matices.

Gabriela Warkentin es directora del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México; Defensora del Televidente de Canal 22; conductora de radio y TV; articulista.

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