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Carta abierta a Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad

Nos dirigimos a usted en nombre del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, coalición que agrupa a más de 40 sociedades profesionales y científicas preocupadas por el daño que causa el tabaco a las personas y comprometidas con su prevención. Como sin duda sabe, el tabaquismo es en España la primera causa de muerte prematura y evitable. Unos 50 mil españoles fallecen cada año por su culpa. Por ello es una prioridad de salud pública. Las estrategias capaces de reducir sus estragos están hoy bien establecidas, se recogen en el tratado marco fomentado por la OMS y ratificado por España en 2004. La ley 28/2005 nos libró de la publicidad estática del tabaco, y comportó la generalización de espacios sin humo en los lugares de trabajo, dos medidas muy importantes y que se han traducido en mejoras notables. Nuestros niños están más protegidos de la promoción de esta sustancia adictiva, y la mayoría hemos dejado de respirar aire con humo en el lugar de trabajo (algo que parece haberse traducido en una disminución de los infartos, como en otros países). El primer año según las encuestas del CIS dejaron de fumar 750.000 personas, pero luego no se han hecho encuestas fiables por el mismo organismo y la misma metodología para conocer el impacto de la Ley en 2007 y 2008 aunque los datos del CNPT señalan un estancamiento de la proporción de fumadores en ese periodo.

La ley se cumple razonablemente bien, y goza de un amplio apoyo y consenso, pese a que algunos actores vinculados a la industria tabaquera auguraban todo tipo de conflictos, que se han revelado inexistentes. Sin embargo, la ley dejó fuera de la regulación al grueso de los espacios de restauración y hostelería, y otros espacios de ocio. Esto hace que en la percepción del público el humo siga estando muy presente, y que la percepción del éxito de la ley esta muy comprometida por ese hecho tozudo y cotidiano. Los camareros tienen un 50% más de probabilidades de tener un cáncer de pulmón que otros trabajadores. Estimamos que la mayoría de los 1,4 millones de trabajadores de la hostelería están gravemente discriminados en estos momentos por verse obligados a inhalar humo de tabaco al contrario que los demás trabajadores.

Por todo ello nuestro país necesita seguir avanzando. Con algunas variaciones entre comunidades autónomas, ha dado de sí todo lo que podía en este sector del ocio: el miedo a perder clientes hace que sin una norma que cubra por igual a todos los establecimientos, estos actores económicos sean remisos a cambiar (más allá de sectores relativamente minoritarios con políticas de calidad exigentes). La autorregulación de la mayoría de locales de hostelería ha sido un estrepitoso fracaso. Aunque el ministerio de sanidad es la fuente obvia de mejora en el control del tabaco, un sistema de autorregulación como el actual lo empuja a una posición de observador o como mucho de mediador en la contienda entre la salud y la industria tabacalera. Eso es como forzar al mejor jugador del equipo a que lo abandone y haga de árbitro. La autorregulación nunca ha funcionado con el tabaco. Solo por eso es urgente la reforma de la Ley.

Por ello, creemos que necesitamos revisarla, en la línea de lo que han hecho en los últimos años países como Italia, Francia o el Reino Unido. Una ley de espacios públicos totalmente libres de humo como tienen ya 11 países europeos con una población total de 212 millones de personas tiene los siguientes efectos:

-Protege a la totalidad de los trabajadores de un riesgo laboral inaceptable

-Protege a todos los ciudadanos usuarios de esos locales

-Permite entornos más favorables para que los adultos dejen de fumar y los menores no se inicien en el consumo diario.

Además, la buena aceptación de la regulación (comprobada empíricamente en comercios, oficinas y despachos) y el descenso en la proporción de fumadores diarios (que ya son sólo una cuarta parte de la población mayor de 15 años) lo facilitan y el convencimiento, con datos fehacientes que ponemos a su disposición, de que la puesta en práctica de una ley en la que se prohíbe fumar en todo espacio público no solo no destruye empleo sino que lo crea.

Del mismo modo que Barack Obama (pese a ser personalmente fumador) ha dado señales claras de su posición al nombrar como máximo responsable de salud en su administración a uno de los líderes del movimiento de control del tabaquismo en los EEUU. España necesita un liderazgo claro en este campo. La prevención del tabaquismo tiene un rendimiento muy alto en salud y gran capacidad de corrección de las desigualdades.

Sra ministra, le ofrecemos nuestro apoyo y colaboración más sincera en este terreno, movidos sólo por el afán de mejorar la salud de los españoles, que creemos compartir con usted. Lo hicimos en 2004-05, y estamos dispuestos a volverlo a hacer. La experiencia entonces (y los datos de otros países) muestran que la regulación es apoyada y bien aceptada por la población (incluida la mayoría de los fumadores), pero que la industria tabaquera y sus aliados con influencia mediática y política se resisten a ella y generan mucho ruido con afán disuasorio. Sin embargo, los países que han avanzado en la regulación han demostrado que es bien aceptada y que consigue resultados en salud visibles a corto plazo.

Rodrigo Córdoba García, portavoz del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo.

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